Me han advertido muchas veces los gurúes de lo informativamente correcto que hablarles a ustedes a esta hora de Irán, de Afganistán, de Siria, o en general, de cualquier cosa que trascienda la politica nuestra de cada día ——la peque política en la que chapoteamos a diario—- es un grave error porque a ustedes —me insisten—- ni les interesa gran cosa saber lo que pasa fuera de España ni se van a tomar el esfuerzo de intentar entender el movimiento sísmico que se viene produciendo en Oriente Medio. Yo creo que los gurúes se equivocan. Creo que a ustedes sí les interesa saber, por ejemplo, que este país fue clave en ese puzzle de equilibrios endebles que ha sido siempre esa región —-que la sólida y dictatorial Siria de la familia Al Assad—- ha volado por los aires y ha dejado de ser, en realidad, un país.
Nadie ha emitido un certificado oficial de desaparición de la vieja Siria, pero la verdad es que ha desaparecido. Que medio país es ahora otro país, el estado no reconocido del islamismo extremo y terrorista del califato. Que media Siria sigue bajo la bota militar de un indeseable y que la otra media forma ahora parte de otra cosa, un país al que no queremos llamarlo así porque sería tanto como admitir la derrota. Las autoridades nos dicen: no lo llamen ustedes Estado Islámico, llámenlo Daesh, porque ni es islámico ni es estado. Está bien que velen por la correcta denominación de las cosas, pero los yihadistas estos que degüellan cristianos y alauitas, que prohiben la música, los iconos religiosos y la educación de la mujer, que extorsionan a empresas y comerciantes vendiéndoles seguridad al más puro estilo de la mafia, estos tipos gobiernan un territorio equivalente al del Reino Unido y con un presupuesto de varios miles de millones de euros. Y a diferencia de otras aventuras yihadistas que conocimos antes —-la de los Talibán, por ejemplo—- estos de Estado Islámico aspiran a seguir añadiendo territorio al califato siempre: ir borrando fronteras
Yo creo que a usted, que ha madrugado, se ha pegado una ducha y a está en danza camino del trabajo, sea éste el que sea, sí le interesa saber que a diferencia de otras guerras anteriores —Iraq, Afganistán, Libia— ésta de ahora se rige por cánones inéditos, ha batido récord de horror a golpe de matanzas, limpiezas étnicas y gaseamientos, y ha reducido a la mínima expresión la información que, de la misma, pueden dar los periodistas nacionales o extranjeros.
Ya comentábamos ayer, más o menos a esta hora —-tras conversar con el ministro de Exteriores, Margallo, él en Irán— cómo empieza a cambiar el discurso. La nueva postura de los gobiernos europeos (y Estados Unidos acabará llegando al mismo punto) es ésta que dice que hay que dar más leña a Estado Islámico —nadie se anima aún a proponer militares en tierra—- y que hay que contar con Bachar el Assad para que ayude a resolver el problema.
Hollande y los bombardeos. Reino Unido con los drones. Escuchando las razones que los sirios en fuga, profesionales de clase media muchos de ellos que se han decidido a marchar al perder toda esperanza de que su país cambie a mejor, exponen a los corresponsales internacionales. Es la obligación de dar un futuro a sus hijos, es salvar la vida de los suyos y es también, y esto igual lo mencionamos poco, abrazar la libertad, disfrutar la libertad que en su país nunca han conocido.
Volver a mirar a Siria. Y el reloj que marca las horas catalanas.