Elena Gijón

Sinceramente. Que los representantes de ERC, Junts per Cat o Bildu en el Congreso hagan una declaración diciendo que no tienen Rey entra dentro de la habitual actitud abyecta de quien reniega de un sistema democrático del que se aprovecha. Porque alegando libertad de expresión pueden hacer y decir lo que les de la gana mientras no cometan delito. Sin embargo, mucho más aborrecible es que sean ellos los socios que sostienen a Pedro Sánchez. Y que hoy el presidente del gobierno, haya guardado un silencio indecente sin salir en defensa del Jefe del Estado del país que pretende gobernar.

Marzo de 2017. Pedro Sánchez presenta su decálogo para convertirse en secretario general del PSOE. Se compromete a ser, ante todo, transparente.

El Gobierno quiere desjudicializar el conflicto catalán. Si con esa afirmación tan campanuda lo que nos querían decir es que las togas no deben meterse en cuestiones políticas, que los jueces deben hacer la vista gorda cuando se incumple la ley. Hoy les han explicado por la vía de los hechos que se lo van a poner difícil. En la misma jornada en la que el Gobierno daba permiso para abrir tres embajadas catalanas, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña prohíbe que se pongan en marcha unas cuantas más. Esto de que en España haya separación de poderes es una complicación muy molesta para Sánchez.

Consejeros, diputados, senadores y el propio Torra viajan a Bruselas, que la valentía del fugado para retar al Estado español no le alcanza para poner un pie aquí.

El vino, la carne de porcino o el aceite español van a tener más dificultades para entrar en Estados Unidos. El gobierno Trump les impone nuevos aranceles en su guerra abierta con Europa y los principales paganos serán los productores. América primero y todos los demás a aguantarse porque la primera potencia ejerce como tal.

La verdad. Que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se pongan como un pingo sirve para dos cosas: de entretenimiento y para certificar la tendencia a la autodestrucción de la izquierda. Pero para solventar la gobernabilidad de España que se caigan mal es absolutamente irrelevante. Quizá ellos se puedan permitir estas peleas adolescentes de bajo nivel que tienen bloqueados los debates políticas sobre educación, sanidad o políticas sociales. Pero España no puede.