Fernando Ónega

Me parece, en primer lugar, que la idea no es nueva ni encontró promotores. Cuando Pasqual Maragall, dijo que Madrid es una capital que no sabe ser ciudad y Barcelona es una ciudad que no sabe ser capital. Ignoro si ese diagnóstico sigue siendo válido, creo que no.

Como yo no soy presidente del CIS, ni tengo su información ni su sabiduría, he mirado sus encuestas y, efectivamente, hay una gran demanda social por modificar ese delito. Como dirían por ahí en román paladino, una demanda social que te giñas. La prueba es que no hace falta ni mencionarla en los barómetros. Sales a la calle y es imposible no encontrar una manifestación con gritos de "Sedición, demolición".

Como yo no soy presidente del CIS, ni tengo su información ni su sabiduría, he mirado sus encuestas y, efectivamente, hay una gran demanda social por modificar ese delito. Como dirían por ahí en román paladino, una demanda social que te giñas. La prueba es que no hace falta ni mencionarla en los barómetros. Sales a la calle y es imposible no encontrar una manifestación con gritos de "Sedición, demolición".

El dictamen de la Real Academia tiene la fuerza de una sentencia. Su conclusión es que si doña Leonor va a ser reina, no puede figurar como Rey en la Constitución. Si es Princesa de Asturias, es lógico que no se la denomine príncipe. Y si Irene Montero será presidenta, tiene sentido abrir la puerta a decir "presidente o presidenta del gobierno". Por lo demás, y ahí está la fuerza de la sentencia, "la Constitución es gramaticalmente perfecta".

El dictamen de la Real Academia tienela fuerza de una sentencia. Su conclusión es que si doña Leonor va a ser reina, no puede figurar como Rey en la Constitución. Si es Princesa de Asturias, es lógico que no se la denomine príncipe. Y si Irene Montero será presidenta, tiene sentido abrir la puerta a decir "presidente o presidenta del gobierno". Por lo demás, y ahí está la fuerza de la sentencia, "la Constitución es gramaticalmente perfecta".

El pin paternal es una joya para su explotación ideológica. En cuestión de horas se ha convertido en el gran argumento para levantar trincheras. La derecha levanta la suya, con el morbo de la pugna entre Vox y el PP, a ver quién es más contundente en su defensa.