opinión
En un discurso casi bíblico que recordaba al Jesús del Evangelio*, Pedro Sánchez imaginó ante sus senadores y diputados una campaña electoral convertida en una tormenta de mentiras de la derecha-extrema-derecha, que acabaría con él mismo detenido por pucherazo. Un mensaje insólito y sin autocrítica que sonaba a profecía autocumplida. Y sobra decir que el candidato socialista merece una campaña tan limpia como cualquier otro.
*Tendré que ir a Jerusalén, y los líderes del país y los sacerdotes principales… me harán sufrir mucho (Mateo 16.21-28)