Adiaratou Iglesias probablemente se hubiera casado cuando era una adolescente adolescente si no hubiera huido de su país natal, Mali. Nació con albinismo. En Mali es una situación muy peligrosa por la fuerte superstición que hay en torno a ellos. Se considera que traen mala suerte con vida pero buena suerte muertos. Eso les coloca permanentemente en una diana. Una situación insostenible para una niña.
No sabe cómo hubiera sido su vida de haberse quedado en Mali pero imagina que en caso de haber podido escabullir los ataques por esas supersticiones, estaría casada a la fuerza y viviría como cuidadora en una de tantas chozas de paja y barro que hay.
Con once años su madre decidió enviarla a España dónde ya tenía un hermano. Acabó en un centro de acogida hasta que finalmente conoció a su madre adoptiva, Lina Iglesias.
A los dos años de estar en España comenzó a practicar el deporte. Sus condiciones eran muy buenas, aseguran los técnicos. Ella en cambio no se veía bien. No le gustaba tener un cuerpo tan atlético. Pero se acostumbró y se enganchó al entrenamiento. Una carrera que ha culminado con un oro paralímpico en la prueba reina, y con solo 22 años.
Adi solo tiene un 15 por ciento de visión por lo que en la final solo se centró en correr. Cruzó la meta y no sabía que había pasado. Solo con los gritos, la megafonía y alguna vez que oyó su nombre se dio cuenta que había ganado. "No sabía que había ganado. Sabía que había alguien a mi lado, que más o menos íbamos juntas, pero no si había alguien a mi derecha", declaraba. Su sueño se ha hecho realidad. Y en el horizonte París en tres años.