Fue el segundo partido más largo en la historia de Wimbledon, y la semifinal más larga de la historia del Grand Slam, y en ella, Anderson, de 32 años y 58 días, octavo del mundo, finalista del Abierto de EE.UU. el año pasado y verdugo del suizo Roger Federer en cuartos esta semana, fue el más fuerte.
El de Johannesburgo se enfrentará el domingo en la final del All England Club al ganador del duelo entre el español Rafael Nadal y el serbio Novak Djokovic. Chispeando, con el cielo negro barruntando tormenta, y con ambos
jugadores agotados, devorando plátanos y chocolatinas para mantenerse, ingiriendo líquidos sin cesar, disparando sus tiros como podían acabó un partido histórico, que el público de la central presenció sin moverse, atenazados por el dramatismo.
El jugador de Johannesburgo se ha convertido así en el primer surafricano en alcanzar la final de Wimbledon desde Brian Norton en 1921. Kevin Curren, nacido en Durban, disputó la de 1985 contra el alemán Boris Becker, pero dos años antes había cambiado a
estadounidense.
Isner es reconocido como aquel jugador que junto con el francés Nicolas Mahut protagonizaron en Wimbledon 2010 el partido más largo de la historia (1ª ronda 6-4, 3-6, 6-7 (7), 7-6 (3) y 70-68) en número de juegos, 183, y tiempo: 11 horas y 5 minutos. Ante este 'hombre maratón', Anderson ganó los dos últimos sets, los únicos en los que no hubo desempate, con una rotura final en el juego 49, cuando el de Greensboro daba señales de calambres en sus piernas y cabizbajo sabía que se le escapaba la oportunidad de disputar su primera final de un Grand Slam.
En ese juego, Anderson cayó al suelo y fue capaz de levantarse, devolver la bola y luego ganar el punto. Y el público de la central rugió entusiasmado. Isner acabó con 53 saques directos, (214 en el total del torneo), batiendo el récord del croata Goran Ivanisevic, de 212, instaurado en 2001 cuando ganó el título convirtiéndose en el primer y único campeón que lo lograba como invitado especial, pero no le valió para tumbar a Anderson.