El descenso a la LEB Oro del Movistar Estudiantes sitúa al club colegial ante una nueva dimensión. Acuciado por los problemas económicos, debe afrontar el pago anual a Hacienda de 1,4 millones de euros, y lastrado en la última década por una pésima gestión deportiva, la entidad madrileña acometerá unos "cambios profundos" en la institución para intentar regresar a la Liga Endesa y evitar la desaparición.
Hago mías las palabras de Pepe Catalina en el último programa de 4 Cuartos: "El Estudiantes es un ecosistema complejo". Tan complejo que por un lado está el club y por otro la Fundación, ambas patas del banco con capacidad decisoria (a lo que añadir patrocinadores y accionistas con voz y voto). Muchas opiniones, a menudo discordantes, y en pocas ocasiones autocríticas. El Presidente de la Fundación, Miguel Ángel Bufalá lo ha definido a la perfección, en la comparecencia ante los medios de comunicación, días después de certificar el descenso de categoría: "La entidad es como es, para bien o para mal".
En ese "para bien o para mal" reside el quid de la cuestión y el quid del descenso del Estudiantes. En los últimos 16 años, se contabilizan 13 entrenadores y más de 120 jugadores. ¿Qué se mantiene invariable? La cúpula directiva y el "ecosistema complejo". Descenso en mano, el Presidente, Fernando Galindo, propone "reflexionar", un "nuevo organigrama" y la creación de una "estructura adecuada para una mejor toma de decisiones". "Todo se va a reajustar". Todo menos quienes toman las decisiones que han conducido al Estudiantes al abismo.
El club está en la UCI. Vive, o sobrevive, conectado a una máquina. Esa falta de oxígeno impide una visión a medio o largo plazo. Los dirigentes no miran más allá del día a día. Evitan la llamada del "Doctor House" anunciando el fallecimiento del paciente. No existe un proyecto deportivo sólido. El tiempo y los hechos indican que ello se debe más al "ecosistema complejo" que al escaso margen económico. El Presidente pide "buscar soluciones en lugar de buscar a los culpables". Resulta difícil de explicar, y de entender, cómo los responsables de los males del club pueden ser los encargados de encontrar las soluciones.
Antaño, el Estudiantes era considerado un club modélico. El primer equipo se componía de jugadores procedentes de la cantera, acompañados por aquellos a los que los grandes equipos no daban la oportunidad de mostrar su valía y con una buena elección de jugadores extranjeros. Una combinación casi perfecta. Me remito a la época dorada del club colegial, pero su historia abarca más de 70 años. Muestra de la idiosincrasia del club. De su identidad.
"Dicen que ha muerto Garibaldi" es un documental que narra las peripecias de este club surgido en el colegio Ramiro de Maeztu de Madrid. Garibaldi es el nombre que recibe el esqueleto utilizado en el laboratorio de Ciencias del Ramiro y que "presidía" las gradas del Polideportivo Antonio Magariños y del Palacio de los Deportes. Fin de semana tras fin de semana, cambiaba la bata blanca por la camiseta de tirantes azul. Garibaldi hace años que no sale del laboratorio. Por su estado de salud y porque apenas ve su espíritu reflejado en el equipo. Inevitable que los tiempos cambien. Es imposible revivir aquellos días de gloria. Tampoco que los jóvenes aficionados se comporten como entonces. Eso no tendría sentido.
Sí tiene sentido pedir a los dirigentes que sean consecuentes. Como lo fueron D. Antonio Magariños, fundador y primer presidente, y D. Juan Francisco Moneo, presidente en la época dorada del Estudiantes, quienes lograron transmitir, generación tras generación, la identidad del club. Una identidad a la que han renunciado en la última década.
Mientras, un Estudiantes postrado en la UCI, con respiración asistida y a punto de recibir la extremaunción, espera las indicaciones para jugar un nuevo e inédito partido.