Si la montaña no puede marcar diferencias, el reloj tiene que hacerlo. Una contrarreloj de 22,4 kilómetros entre los grandes colosos alpinos, con una subida final a un puerto de segunda categoría, está diseñada para estirar los márgenes en un Tour muy ajustado.
Contrareloj con aires alpinos
Los 22,4 kilómetros entre Passy y Combloux, los únicos del Tour de 2023 contra el crono, han cobrado una relevancia esencial en una edición en la que los dos favoritos para la victoria final, el danés Jonas Vingegaard y el esloveno Tadej Pogacar, separados por 10 kilómetros, no logran descolgarse en las etapas clásicas.
Algo menos de media hora de esfuerzo sin contemplaciones para lograr domesticar al reloj y poner la general del lado del uno o del otro pretendiente a la victoria final.
Si la primera parte aparece como no muy rápida, con la cota de la Cascada, corta pero empinada, las bicicletas se acelerarán en la parte central de la jornada, antes de darse de bruces con la cota de Domancy, un puerto de segunda categoría de 2,5 kilómetros al 9,4 % de pendiente media, pero con una rampa que supera el 15 % de desnivel.
Acertar con la estrategia
Las estrategias serán claves entre quienes busquen afrontarlo todo con la misma bicicleta y quienes prefieran perder unos segundos para hacer un cambio.
Un recorrido parecido al que en 2016 unió Sallanches y Megève, que ya entonces subía a Domancy y donde el británico Chris Froome mostró que era el más fuerte del momento. Entre los bosques típicos de los Alpes, la región que acogerá en 2027 los Mundiales decidirá buena parte de las opciones para la general.
Un día después de la segunda y última jornada de descanso y uno antes de afrontar en las rampas del Col de la Loze la definitiva jornada alpina, el Tour se pondrá en sus momentos más decisivos.