Elena Congost, atleta paralímpica, ha compartido en Radioestadio el mazazo que ha sufrido tras su descalificación en el maratón paralímpico. Una situación que ha puesto de relieve tanto el espíritu del deporte como la dureza de sus reglas.
Tras haber logrado el tercer puesto en la maratón de los Juegos Paralímpicos de París, una descalificación inesperada la ha dejado sin su medalla de bronce, un golpe que la ha afectado profundamente. "El cabreo ya se me ha pasado, pero la sensación de que me han robado creo que me va a durar unos cuantos días", ha confesado Elena, dejando entrever la mezcla de tristeza y frustración que la ha embargado.
Durante la carrera, Elena y su guía se han enfrentado a un desafío inesperado. Él ha llevado varios kilómetros pidiéndole que aflojara el ritmo debido al dolor que sentía. Con la medalla casi asegurada, Elena ha decidido moderar la velocidad para acompañar a su guía. Sin embargo, a pocos metros de la meta, él no ha podido más: "Diez, 15 metros de meta, no podía poner un pie delante del otro... y yo, queriendo sujetarlo para que no se cayera, se me ha escapado la cuerda de la mano unos segundos". Este pequeño incidente, sin relevancia para el resultado final, ha resultado en su descalificación. "Han considerado que era suficiente para dejarnos fuera", ha explicado , subrayando lo inflexible de la normativa.
Lo que ha hecho aún más difícil esta situación ha sido la forma en que se ha enterado de su descalificación. Después de la rueda de prensa, mientras se dirigía al control antidopaje, una doctora del equipo se ha acercado y, con un abrazo, le ha dicho la verdad: "Están intentando reclamar, pero ya te han descalificado". Elena ha revelado que, aunque sabía que la normativa existía, le ha dolido que no se haya interpretado el contexto: "Las normas a veces hay que contextualizarlas y ver en qué situación se ha dado".
El impacto emocional ha sido grande, tanto para Elena como para sus hijas, que han estado presentes en la meta y la han visto llegar victoriosa, solo para luego ser testigos de su desconsuelo: "Mis niñas estaban allí, me han visto salir llorando, salir enfadada, salir indignada... Se ha dado una situación muy desagradable". A pesar de ello, Elena ha destacado que incluso en la adversidad hay lecciones que se pueden aprender: "A la larga también lleva valores, ¿no? Nos enseña a ser más personas".
Elena también ha aprovechado para denunciar la desigualdad en la aplicación de las normas. Durante los Juegos, ha observado cómo otros guías han infringido las reglas sin consecuencias: "Hemos estado viendo cada día trampas, guías arrastrando a sus atletas... pero la única descalificación ha sido la mía". Este doble rasero, sumado a la inflexibilidad del reglamento, le ha dejado un sabor amargo, aunque sigue defendiendo que su equipo ha merecido el reconocimiento por su gran desempeño.
El impacto económico de esta descalificación ha sido otro tema que ha preocupado a Elena. Como atleta profesional y madre de cuatro hijos, la medalla no es solo un símbolo de triunfo, sino una forma de sustento. "Esto es nuestro trabajo, es nuestro sueldo, es nuestra vida", ha afirmado, esperanzada de que el Consejo Superior de Deportes y las autoridades deportivas tomen en cuenta su situación y mantengan la beca que tanto necesita para continuar con su carrera. Aunque es consciente de que, oficialmente, no tiene derecho a reclamar, sigue confiando en que alguien intervendrá: "Espero que alguien piense en algún lugar que me merezco esta beca de bronce para poder seguir con mi carrera deportiva".
En medio de la tormenta, Elena no ha perdido su espíritu luchador. Aunque ha admitido sentirse devastada por la descalificación, también ha destacado el orgullo que siente por el trabajo que ha hecho y el esfuerzo de su equipo: "Estoy muy orgullosa de mi equipo, del trabajo que he hecho, de cómo me he encontrado hoy y del resultado que he tenido".