La selección española de balonmano mantiene vivas sus aspiraciones de acceder a las semifinales del Europeo de Polonia, tras imponerse este martes por 31-29 a Hungría, en un encuentro en el que el conjunto español, lastrado por la ansiedad, se condenó a un terrible sufrimiento durante los sesenta minutos.
Un auténtico suplicio para los de Manolo Cadenas, que no pudieron respirar hasta el segundo final, cuando Valero Rivera puso desde el punto de penalti el definitivo 31-29, que permite a España seguir soñando por pelear por las medallas, aunque para ello, deberá mejorar de manera radical la gris imagen mostrada hoy. Ansioso por resolver el encuentro cuanto antes, el conjunto español no tardó en caer en la precipitación tanto en defensa, donde en ausencia del lesionado Gedeón Guardiola España volvió a apostar por un 5-1, como en ataque.
Una ofensiva en la que la selección española se empeñó en resolver de primeras cada una de sus acciones con precipitados lanzamientos lejanos, que tuvieron como resultado la escapada del conjunto magiar (3-6) en el marcador. Resultado que encendió todas las alarmas en el banquillo español, que se vio obligado a pedir con urgencia un tiempo muerto, para aclarar las ideas de unos perdidos "hispanos", empezando por la defensa a la que Manolo Cadenas ordenó volver al tradicional 6-0.
Un cambio que dotó de algo más de solidez a la retaguardia de un cuadro español, que pese a su mejoría nunca fue capaz de detectar los movimientos tanto del central Kornel Nagy como del lateral Laszlo Nagy, que siguieron martilleando continuamente el marco español. Problema al que se unió la insistencia de los jugadores españoles en lanzar y lanzar desde atrás, sin tan siquiera buscar a los extremos y pivotes, la principal arma ofensiva del conjunto español, como demostró Julen Aginagalde en los escasos balones que recibió.
Sólo la enorme diferencia que existe entre los titulares y el banquillo del equipo magiar, que bajó notablemente sus prestaciones sin Kornel y Laszlo Nagy sobre pista, permitió a España igualar (15-15) un marcador, en el que incluso pudo marcharse en ventaja al descanso. Pero Antonio García mandó fuera un último lanzamiento a puerta vacía, una acción que reflejó como poco la ansiedad del equipo español, incapaz no sólo ya de acercarse a su mejor versión, sino, ni tan siquiera, a la más terrenal.
Una imagen que mejoró tímidamente en el arranque de la segunda mitad, en el que el acierto de Antonio García permitió a España ponerse con unos impensables, viendo lo ocurrido en el primer periodo, tres goles de ventaja (18-15) en el marcador. Pero la selección española siguió sin encontrar la fórmula en defensa, al menos, para contener al lateral Laszlo Nagy, que con sus poderosos lanzamientos superó una defensa española, hasta volver a igualar la contienda (23-23) a dieciséis minutos para la conclusión.
Ni el relevo en la portería, en la que Arpad Sterbik sustituyó tras el descanso a Gonzalo Pérez de Vargas, sirvió para frenar a un Nagy, que con su precisos disparos obligó a volver apenas unos minutos más tarde a Sterbik al banquillo, incapaz de detener ni un solo lanzamiento. Una delicada situación que solventó para el equipo español, la irrupción de Joan Cañellas, que con dos goles consecutivos y una medida asistencia permitió a España entrar en los diez últimos minutos de juego con una renta de tres goles (27-24) en el tanteador.
Pero el conjunto español estaba condenado a sufrir hasta el final, y lastrado por las exclusiones de Antonio García y Víctor Tomás se vio de nuevo con una exigua ventaja de un tanto (29-28) a poco más de dos minutos para la conclusión. Un tiempo en el que España, al menos, logró mantener la calma para buscar en la última y decisiva jugada al pivote Julen Aginagalde, el faro que debe guiar siempre el juego del equipo español, que forzó un postrer penalti que sirvió para certificar definitivamente el triunfo (31-29) español.