Messi le da el Clásico a un Barcelona que va a por la Liga
Un recital de Leo Messi resucitó al Barcelona en el Santiago Bernabéu, donde se levantó con grandeza de su eliminación europea y, amparado en el fútbol magistral de su líder, remontó un clásico trascendental ante un Real Madrid que nunca se rindió y acabó probando de su propia medicina en el minuto 92.
A la grandeza de un duelo entre Real Madrid y Barcelona le acompañaba el aspecto decisivo del marcador. Lo convirtió en el clásico del miedo y la especulación en el primer acto y de la belleza y fútbol vertical en el segundo.
El fútbol convertido en estado de ánimo, con los madridistas lanzados en el momento decisivo del curso y los azulgranas encontrando la mejor medicina para huir de la depresión que habría supuesto tirar la temporada en cinco días.
Obligado a ganar, el Barcelona debía asumir riesgos. Los intentos de Zidane de rebajar trascendencia al duelo fueron en vano. Sus jugadores lo sintieron desde el inicio.No había escenario más grande para un madridista que asestar un golpe definitivo a la Liga ante el eterno rival. Y salieron a por ello. Fueron pocos minutos de acelerón pero sirvieron para que Cristiano pidiese penalti derribado por Umtiti y para que Carvajal metiese miedo con sus subidas.
Ter Stegen comenzaba a parar. Le sacaba la primera a Cristiano, feliz con espacios y encarando con ventaja a Piqué para regatear de tacón y probar suerte de zurdazo. El 4-3-3 de Zinedine Zidane invitaba a correr al contragolpe. No le importaba dar el balón al rival. Buscaba atacar con velocidad. Fue la razón por la que optó por Bale y se equivocó.
La presencia de un medio más le habría dado el control, pero forzó a un jugador que no estaba en plenas condiciones de jugar un duelo de alta intensidad. A los 37 minutos se lesiono el sóleo sano, el que forzaba por no cargar el recién recuperado.
Su presencia fue testimonial. Diferencia abismal en el liderazgo que debe asumir un jugador de altos vuelos. El que ejerció Leo Messi, listo para dar una lección y mostrar que sigue siendo el rey.
El Barcelona apareció cuando su líder decidió. Sin Neymar y con Paco Alcácer completando el tridente ofensivo, la falta de balones invitaron a Messi a retrasar metros su posición. Es indiferente donde juegue, siempre interpreta bien el juego.
A los doce minutos se disfrazaba de medio centro, pisaba el balón e invitaba a un pulso personal a Casemiro. Con facilidad lo dejó atrás y recibió el castigo con una entrada que condicionaba el resto de partido del brasileño.
Dueño del balón el Barcelona para matar el ritmo de juego, anuló por momentos las virtudes ofensivas madridistas. Luis Suárez buscaba afinar puntería. Su primer intento, con disparo cruzado desde la frontal, fue un aviso.
El duelo táctico entre Zidane y Luis Enrique en su último clásico tenía una zona decisiva que decidió el duelo en la última jugada.
Carvajal sin ayudas en una banda a la que caía Alcácer y se incorporaba Jordi Alba. Modric debía de tapar y ese movimiento restaba fluidez a la salida de balón de los de Zidane.
La ventaja en la clasificación del Real Madrid le invitó a pensar primero en ser fuerte defensivamente. Reculó en exceso y el partido se situó donde quería Messi, que no se cansaba de buscar a Casemiro y explotar su velocidad. Rompía por el centro y generaba desequilibrio.
Enchufado, suelto, hábil. Buscaba un socio que estuviese a su altura en alguna de sus acciones. Rakitic perdonaba y Suárez no encontraba el arco.
El contragolpe era el mejor recurso blanco. Benzema la tenía, Cristiano se topaba con Ter Stegen y una mano abajo salvadora y Bale remataba mal un balón en largo de Kroos. Un golpe de Marcelo con el codo en la boca de Messi apagó por momentos al argentino justo cuando llegaba el gol madridista.
Una vez más a balón parado, con otro saque de esquina de Kroos que despejó Piqué, acabó en centro de Marcelo, remate de Ramos al poste y Casemiro, atento para marcar a placer, explotaba el punto débil de los últimos partidos del Barça. Todo se le ponía en contra. Era el momento de que apareciese su salvador y Messi nunca falla.
En una baldosa se fue de Modric y Carvajal antes de batir con facilidad a Keylor por bajo. Dominador absoluto del clásico, provocaba la reacción cinco minutos después de un golpe directo.
Se marchaba Bale y Zidane apostaba por Asensio antes que por Isco. Era la recta final del primer acto cuando, ante la firmeza de Ter Stegen, Leo podía sentenciar y, derribado por Casemiro, en la séptima falta del brasileño, pedía su expulsión y provocaba que fuese el primer cambio de Zidane.
Se repetía en la reanudación la salida en tromba del Real Madrid. Debía liberarse de la presión del marcador, sentir que un triunfo le daba la Liga y un resultado adverso no se la quitaba.
Ter Stegen sacaba una nueva mano a un disparo de Kroos y en oleadas llegaba sin encontrar el premio. Una parada de balonmano del portero azulgrana a testarazo de Benzema, mantenía en pie a su equipo.
El partido se abría y se convertía en un espectacular intercambio de golpes. Alcácer perdonaba la suya, chutando de puntera y provocando la respuesta con un pie de Keylor. Se ganaba los aplausos de su afición el costarricense con otra parada repleta de reflejos a un cabezazo de Piqué.
El duelo era espectacular y podía caer de cualquier lado. Asensio devoraba espacios y asistía a Cristiano que fallaba lo que nunca perdona. Respondía de inmediato el Barcelona con balón de mago con el exterior del pie de Iniesta al segundo palo y remate de Luis Suárez que sacaba Keylor.
Los porteros se imponían hasta que Rakitic inventó un zurdazo imparable a la escuadra para el 1-2.
Con los nervios a flor de piel llegaba la acción polémica del partido. Ramos entraba duro a Messi, con los dos pies por delante, y cuando todos esperaban la amarilla recibía una dura cartulina roja a trece minutos del final.
Es cuando aparecía el espíritu de lucha madridista. Prohibido rendirse. Tiró de orgullo. Zidane apostó por James y la fe de Marcelo encontró el premio del gol del colombiano.
El Bernabéu era una fiesta que llevó al Real Madrid a olvidarse de que estaba en inferioridad numérica y de que el empate era un buen resultado. Buscó el tercer tanto, que lo tuvo James y Asensio, pero lo acabó encajando en el broche perfecto de Messi.
Keylor había salvado ante Piqué, pero nada pudo hacer cuando la subida de Sergi Roberto no fue frenada en falta por Marcelo y el centro de Jordi Alba lo culminaba con maestría Leo en la última jugada.
Veintitrés goles en los clásicos le convierten en el jugador con más influencia de la historia del duelo más grande. Su recital incendia la Liga.