Y es que el noruego no ha acusado la inactividad por el parón mundialista. Al contrario. Ha vuelto a la competición con más voracidad. El primer jugador en la historia de la Premier que alcanza la veintena de goles en catorce encuentros no decae en sus estadísticas.
Mientras, De Bruyne es feliz en Inglaterra. En los partidos con el City olvida las penurias que ha vivido últimamente con su selección, donde estaba llamado a conseguir retos enormes que se han diluido como un azucarillo. El último, en Qatar, acabó fatal tras la caída de su equipo en la fase de grupos.
Por eso, De Bruyne apareció con ganas en Ellend Road. Ya las mostró ante el Liverpool seis días antes en Copa. Repartió juego y un par de asistencias, pero necesitaba firmar otro encuentro enorme y lo logró: frente al Leeds fue el faro que iluminó a un equipo que acabó la jornada a cinco puntos del Arsenal.
Y es que, después de caer en su última aparición en la Premier League (1-2 ante el Brentdord), el City necesitaba dar un golpe encima de la mesa para recuperar el pulso a la competición. Tenía ganas, el parón de más de un mes por el Mundial de Qatar fue un exceso para intentar calmar la ansiedad para regresar a la senda de la victoria.