Hace tres años, por estas fechas, una canción popular enganchaba a la afición del Liverpool con su equipo, e iniciaba una nueva edad de oro para los de Anfield. “Salah, Mane Mane, and Roberto Firmino… we sold Coutinho, but don’t care because we’ve got… Salah, Mane Mane…”. Lo cierto es que el estribillo celebraba una tripleta ofensiva que empezaba a enamorar en la Premier con sus goles y su ritmo vertiginoso, pero se olvidaba de la pieza clave que iba a convertir a aquel Liverpool en un equipo campeón, Virgil Van Dijk, que llegaba al club en las mismas fechas. Desde entonces el equipo ganó una Champions y una Premier League, batiendo records de puntos, goles y partidos invicto. Pero en unos pocos meses, la magia parece haber desaparecido del Mersyside.
Lesión de Van Dijk
No estaba en la canción, pero cualquiera que haya visto la progresión del Liverpool sabe que es la pieza más valorada de Klopp. Él gobierna al equipo desde el campo, como capitán, y hace mejores a sus compañeros de zaga. Sin él desde octubre, el equipo ha caído en unos problemas defensivos que parecían ya olvidados y que se han acrecentado con más lesiones, las de Matip y Gomez. Mientras Klopp ha probado con Fabinho y Henderson de centrales, el club le ha traído un parche, Tabak, un central aseadito que se ha hecho con la titularidad por incomparecencia. Junto a él aparecen canteranos que cumplen, mientras los laterales Arnold y Robertson, que antes parecían balas perfectas, ahora zozobran en defensa. El resultado es un equipo mucho más débil atrás, que dará facilidades para que Benzema, Vinicius o Modric exploten sus fogonazos de calidad.
El tridente se evita
La relación entre Salah y Mane nunca ha sido perfecta, pero ha llegado a ser un problema en algunos partidos. Cada uno ocupa una banda y, aunque siempre tienden a la diagonal, acaban evitándose. Es de esperar que en un partido grande ante el Madrid dejen de lado sus problemas e intenten combinar como lo hacían antes, pero quizás esos automatismos se hayan perdido en el camino. Eso sí, Salah sigue siendo un enorme peligro corriendo la banda derecha y no ha perdido gol. Pero el pegamento de esa delantera, Roberto Firmino, arrastra lesiones y no está pasando por su mejor momento; y siempre fue el brasileño el mejor socio para los dos goleadores del equipo.
Bajo estado de ánimo
Klopp siempre sonríe. Es una de sus señas de identidad y una forma de transmitir dentro y fuera del campo. Pero en los últimos meses está dando algunas muestras de agotamiento anímico. Quizás sean los problemas con Mane y Salah, al que no le cuesta mostrar enfado cuando es cambiado. Quizás sean las lesiones y los problemas que tiene para encontrar una defensa. O quizás el golpe anímico que sufrió Alisson, su portero, que perdió a su padre este invierno y puso un punto más a la pequeña depresión del equipo. O quizás simplemente sean los malos resultados.
El Liverpool se fue a las navidades líder de la Premier y vadeando lesiones y problemas de juego. Pero en poco más de dos meses, está a ocho puntos de la zona Champions y a 25 del Manchester City. El estilo de juego y las intenciones de Klopp sobre el campo no han cambiado. Lo ha hecho el estado de ánimo de un equipo que vivía una época dorada que quizás se ha terminado demasiado pronto.