Fue una despedida mustia, a pesar de la celebración del título de liga tras el encuentro, debido a la derrota por 1-3 ante el Toulouse y el juego deslucido; y un Mbappé que, aparte del gol que abrió el marcador, no tuvo nada que celebrar. Antes de comenzar el partido, los ruidosos aficionados radicales del fondo Auteuil desplegaron un enorme tifo con Mbappé de medio cuerpo rodeado de unos laureles y encendieron bengalas rojas, y el jugador fue a saludarles y agradecerles el gesto.
Pero el club no organizó nada de forma oficial. Muy lejos en las formas queda el festejo que organizó el PSG hace dos años cuando, en vísperas de acabar su anterior contrato y cuando muchos creían que iba a dejar París para ir al Real Madrid, se anunció por sorpresa una renovación por dos temporadas y una opcional. Fuegos artificiales, abrazos con el presidente Nasser al Khelaifi, camiseta especial con la leyenda 'Mbappé 2025', sonrisas y una grada en éxtasis contrastaron con el hermetismo, más bien ninguneo, mostrado este domingo por el club.
Hoy, y muy al final, en la celebración del título de liga, el comentarista oficial agradeció a Mbappé su esfuerzo en estas siete temporadas como máximo goleador histórico del club. "Por última vez: Kyliaaaan..." dijo, y "¡¡Mbappé!!", respondió el grito de la afición. Durante el partido, el cariño de la grada llegó a éxtasis con el gol de Kylian en el minuto 8, aunque con suspense por la intervención del VAR. Y es que de cara a esta despedida, el jugador ya había hecho un par de guiños a los seguidores parisinos en el vídeo en el que el pasado viernes anunció su marcha al vencimiento de su contrato el 30 de junio.
"Sé que no soy el jugador más expresivo, que no he estado al nivel del cariño que me habéis mostrado durante estos siete años", dijo, consciente de que a veces se le acusa de ser frío. "Pero nunca he querido engañaros, siempre he tratado de ofrecer resultados", aseguró. Y luego se fue a compartir una barbacoa en las afueras del estadio con un millar de seguidores del grupo Colectivo Ultras París, un evento al que acudió con sus padres y su hermano Ethan, también futbolista del PSG.
La mención a su expresividad se debía a que algunos aficionados han reprochado a Mbappé un carácter frío, menos carismático con la grada que otros futbolistas volcánicos, de menor calidad pero que llegaron al corazón de la hinchada, como el brasileño Raí o el portugués Pauleta. La idiosincrasia especial del PSG, con una propiedad catarí que lleva trece años al frente y no conoce el sentimentalismo en el fútbol, hace que las despedidas de las grandes estrellas hayan sido muy desiguales en los últimos años.
Mbappé llegó a París hace siete años procedente del Mónaco a cambio de 180 millones de euros, en el segundo fichaje más elevado de la historia del fútbol, sólo superado por los 222 millones que el club parisino pagó ese mismo año al Barcelona por el brasileño Neymar. A pesar de llegar con solo 18 años, el joven se convirtió rápidamente en el favorito de los aficionados que deseaban un ídolo local (es hijo de inmigrantes nacido en Bondy, una ciudad modesta de la periferia parisina), pero también por su profesionalidad y rendimiento.
En marzo del año pasado se consagró como el máximo goleador de la historia del PSG, superando a leyendas del club como Edinson Cavani o Zlatan Ibrahimovic. Tras acabar el encuentro de hoy, y a falta de otros dos más para cerrar su aventura en París, acumula 256 dianas y 108 asistencias con el equipo. En los siete años que han estado unidos, el PSG y Mbappé han logrado juntos catorce títulos, entre ellos seis ligas y tres Copas de Francia (y podría lograr la cuarta en la final del día 25).
Sin embargo, para el club, los aficionados e incluso para el propio Mbappé, falta la Liga de Campeones, en la que solo llegaron a una final, la de 2020 perdida ante el Bayern de Múnich, mientras que en el resto de temporadas el PSG colecciona una amarga lista de fracasos continentales.