Era muy complicado. Era prácticamente imposible. Era, simplemente, un sueño. Un sueño que podría haberse hecho realidad pero que desde bien temprano se vio que iba a terminar en un pronto despertar. El Barcelona, primer equipo español en jugar una final de Champions, se fue de vacío de Budapest y además también se llevó una goleada de un espectacular Olympique de Lyon. Cuatro a uno final para un equipo, el azulgrana, que sabe que esto es solo el principio.
Un principio de partido en el que, por cierto, Duggan tuvo el 0-1 al poco de empezar. No la enchufó, algo que sí hizo Marozsán en la primera que tuvo. No habían pasado ni cinco minutos desde el pitido inicial cuando la de los franceses batió a Paños. A la media hora el luminoso ya marcaba un 4-0.
Porque Hegerberg se hizo notar. La nórdica se movió como pez en el agua entre la zaga azulgrana, y aprovechó un excepcional partido de Van de Sanden para empezar a anotar y a anotar. Tres dianas llevan su nombre de las cuatro del Olympique Lyonnais, y aparte del entorchado europeo se llevó a su casa el balón.
Lo metían todo. Justo eso fue lo que le faltó a un Barcelona que pecó de inexperto y que falló en ambas áreas. Defensivamente, flojo para defender a un equipo que es un huracán. Y ofensivamente porque fallaron las ocasiones que tuvieron. Algunas de ellas clarísimas, como una de Alexia Putellas que se marchó alto por muy, muy poco.
Fue la última acción de un primer acto que dio paso a un segundo con poca historia. El Olympique de Lyon trató de hacer otro más, sobre todo con una serie de acciones de Le Sommer que atajó bien Sandra Paños. Oshoala, que salió cuando el duelo se acercaba al final, hizo justicia a los méritos de un equipo que no se podía ir de vacío de Budapest.
Cuatro a uno fue el resultado final. Fue el resultado que hace ver la, aún, enorme diferencia que hay entre las invencibles galas y un Barcelona en crecimiento. Hegerberg puso los goles para un Olympique de Lyon que sigue siendo dueña y señora de Europa.