Lunes 30 de agosto
Los equipos de la Premier League inglesa deciden no ceder a sus internacionales sudamericanos para los tres partidos de clasificación al Mundial de este mes de septiembre. Si lo hicieran, la ley británica obligaría a estos jugadores a permanecer en cuarentena diez días a su regreso al Reino Unido, sin excepciones. Con un Brasil vs Argentina en el horizonte, nueve futbolistas brasileños asumen la renuncia a viajar con su selección, pero los cuatro argentinos llamados por su país deciden acudir igualmente, asumiendo que se perderán un partido con su equipo inglés a la vuelta.
Jueves 2 de septiembre
Argentina juega en Venezuela y gana el partido, con los cuatro “ingleses” en el campo. Después del encuentro la expedición al completo toma un avión a Sao Paulo, donde llega sin problemas, y se concentran en un lujoso hotel de la ciudad. La expedición ha rellenado los formularios requeridos por inmigración. Tienen por delante tres días de entrenamiento y concentración antes del partido contra Brasil.
Sábado 4 de septiembre
La prensa brasileña da la voz de alarma. Las autoridades sanitarias investigan a los cuatro argentinos de la Premier por haber mentido en sus formularios, donde declararon no haber estado en ningún país de la lista negra brasileña en los últimos 14 días; uno de esos países es el Reino Unido. Una ardua investigación parece concluir que, efectivamente, estos jugadores no sólo estuvieron en Inglaterra, sino que además jugaron al fútbol de forma oficial y televisada.
En el hotel de concentración de la selección argentina se reúnen miembros de ANVISA, la policía estatal, la Conmebol y la AFA. Según los argentinos, acuerdan jugar el partido y abandonar el país inmediatamente después.
Domingo 5 de septiembre, el bochorno
Argentina salta al césped del Arena Corinthians. El estadio está vacío por el COVID. Enfrente Brasil, invicta en casa, pero con el último duelo como recuerdo traumático, sólo un mes y medio atrás, la final de la Copa América ganada por Argentina, precisamente.
El partido arranca y llega al minuto cinco. Entonces la televisión enfoca a un hombre bajito y con barriga incipiente; vaqueros y camiseta de color azul, mascarilla y gafas. Se forman corrillos, discusiones; los jugadores argentinos, todos, abandonan el campo y se van a los vestuarios. Poco después lo hace el árbitro que, incrédulo también —nadie le ha dicho nada— suspende el partido. Brasil quiere jugar, pero no tiene rival, así que reparte petos entre sus jugadores y empieza un nuevo entrenamiento. La señal de televisión se detiene y nos vamos a publicidad.
FIFA y ANVISA
Podría parecer que el ridículo viene dado por la insistencia de los argentinos “ingleses” en jugar el partido a pesar de las normas, que las leyes y la seguridad están muy por encima de un partido de fútbol. Pero no es el caso. Este mismo año Conmebol y FIFA firmaron un acuerdo por el que sus competiciones de fútbol y sus jugadores quedaban exentos de las restricciones específicas de movilidad entre países para la disputa de los partidos oficiales de sus campeonatos. El documento lo firmaron todos los países miembros, incluido Brasil, y posibilitó por ejemplo la disputa de la pasada Copa América, sí, en Brasil —en una extraña maniobra de apertura total de última hora que le quitó el torneo al vecino argentino, cosas de la vida—.
En la misma Copa América hubo selecciones con casos confirmados de COVID que no afectaron a la integridad del torneo ni a las burbujas establecidas en las selecciones. Por eso hoy no se explica que las autoridades brasileñas (ANVISA) hayan decidido parar un partido de fútbol para detener a cuatro futbolistas que llevaban tres días en el país.
Política
Detrás de todo el ridículo en el que se cierne el fútbol y la Conmebol, una vez más trascienden los intereses políticos y su habitual conexión populista con el fútbol. A los pocos minutos de la paralización del encuentro fue el hijo del presidente brasileño Jair Bolsonaro quien apareció en las redes para culpar a los argentinos de la suspensión del partido.
Se acercan las elecciones presidenciales en Brasil y las encuestas dan una fuerte desventaja al actual presidente con respecto a su enemigo Lula da Silva. Además, el gobernador de Sao Paulo, partidario de las cuarentenas, pero ajeno a la acción de la ANVISA, planea presentarse también contra Bolsonaro.
Y mientras el fútbol espera otra vez, sin el balón en juego y con la sorna de una sociedad que ya se explica todo y no se sorprende por nada. Si todo sigue su ilógica habitual, no descarten un Brasil vs Argentina próximamente en el Bernabéu.