En un momento de máxima sensibilidad con la igualdad de género, resulta muy complicado entender que alguien que acepta el reto de ser presidente de la Federación Española de Fútbol con un salario de casi 700.000 euros entregue el título de campeón de la Liga masculina, pero no el de la femenina.
Pedro Rocha lo ha hecho y ha quedado de nuevo retratado este fin de semana.
Es plausible que un abuelo quiera estar en la comunión de su nieto, pero que sea el motivo que trasladan desde la Federación para que el presidente Rocha no entregara el viernes el trofeo de campeonas de liga a las futbolistas del Fútbol Club Barcelona, no parece ni estético ni profesional, y menos que eligiera para suplirle al multidemandado presidente de la Federación Catalana Joan Soteras, al que Alexia Putellas ni miró a la cara cuando la entregó la copa.
Pero menos profesional parece que un presidente federativo muestre miedo escénico a los actos públicos, quizá por eso la entrega de la Liga al Real Madrid fuera en privado y con el deseo de Rocha de terminar rápido. La escena dejó sorprendidos a algunos de los asistentes en directo por lo incómodo y desubicado que vieron al extremeño.
Pero si el desplante de Rocha al fútbol femenino resulta muy difícil de entender, menos todavía lo es que un Gobierno que ha puesto 30 millones de todos los españoles para la profesionalización de la Liga de Fútbol Femenino ni estuviera en el palco, ni haya abierto la boca ante una situación que no es de clubes, sino del tan manido género.