País a espaldas de medio mundo
El 17 de febrero de 2008 Kosovo declaró su independencia de Serbia. Lo hizo tras dos guerras y un referéndum ampliamente ganado, y desde entonces vive como un país casi normal. En las calles de Pristina hoy no se habla de independencia o de Serbia, sino de la opción de unificarse con Albania, de donde proviene históricamente su población, o de seguir como están, es decir como nación independiente. Nadie pierde el tiempo en el pasado, o en preguntarse si volverán a ser con los serbios, a pesar de que la mitad de los países del mundo no han reconocido su soberanía, entre ellos España.
Selección nueva
En 2014 Kosovo jugó su primer partido como selección de fútbol oficial. Fue un amistoso contra Haití y terminó en derrota, pero fue lo de menos; las diecisiete mil personas que celebraron el acontecimiento en el estadio nacional dignificaron el día. Era un primer paso simbólico al que siguió el definitivo en 2016, cuando FIFA y UEFA reconocieron a la selección kosovar y la incluyeron en sus competiciones. Además permitieron a jugadores kosovares integrar el nuevo equipo a pesar de haber debutado en otras selecciones.
Diáspora
Hoy la selección la integran seis jugadores que antes vistieron los colores de Noruega y Albania, y otros que pasaron por las inferiores de Suiza, Noruega o Austria. Casi todos son hijos de la guerra, niños huidos a países de acogida que hoy regresan para dignificar a sus padres. Otros crecieron entre escombros y bombas y empezaron a jugar al fútbol tras la declaración de independencia. Pero aún no ha debutado el primer futbolista internacional nacido en la República de Kosovo.
España no la reconoce
El temor a un posible contagio catalán o vasco de la independencia kosovar llevó a España a no reconocerla, contra el criterio de nuestros aliados europeos y norteamericanos. Y esta negativa ha tenido efectos perversos en los últimos años. El gobierno de Rajoy se negó a participar en una cumbre en Sofía por la presencia de la delegación de Kosovo y el de Sánchez puso restricciones a los símbolos en la última ocasión en que produjo una reunión de jefes de gobierno telemática, en tiempos de pandemia. En el deporte, España renunció a la organización de la fase élite del Campeonato de Europa sub17 por su negativa a recibir a Kosovo; los partidos se llevaron finalmente a Nyon, pero la UEFA obligó a España a pagar los gastos a los participantes. En 2018, en el mundial de Karate de Madrid, Kosovo participó bajo bandera internacional, algo que irritó incluso al Comité Olímpico Internacional, que amenazó a España con represalias.
La victoria kosovar
La de la próxima semana es sólo la última victoria del país balcánico. Jugará en España, en el estadio de la Cartuja, en Sevilla. La expedición entrará a nuestro país con sus pasaportes kosovares, aquellos que en España no son válidos para el resto de ciudadanos. Saltará al césped portando su bandera y escuchando su himno. Será la primera vez en los doce años de vida de la polémica república que sus acordes suenen en territorio español y con autoridades presentes. Cuando el partido de vuelta legue a Pristina, no importará que Kosovo no tenga opciones de jugar el Mundial. Un millón ochocientos mil kosovares seguirán viviendo como si ya hubiéramos reconocido su independencia. Y será sólo una victoria más.