El astro jamaicano se hizo acompañar en el podio por su amigo, el canadiense Andre de Grasse (20.02) y por el francés Christophe Lemaitre, que se llevó el bronce con la misma marca (20.12) que el español Bruno Hortelano fijó en la primera ronda como nuevo récord de España.
Aclamado por la multitud, que esta vez, a diferencia de la final de 100 metros, no llenó por completo las gradas del estadio olímpico, Bolt ofreció al mundo la enésima muestra de superioridad en el esprint, ya sea el puro o el sostenido, aunque no pudo regalar a sus incondicionales la gran marca que pensaba.
Salvada sin contratiempos la salida, su fase de la carrera más débil, Bolt fue ganando terreno en la curva y llegó a la recta dos metros por delante de sus adversarios, a los que no concedió la menor opción.
De Grasse, que había sido bronce en la final de 100, mejoró en 200 un peldaño en el podio de honor, adelantando en los últimos metros al estadounidense LaShawn Merrit, mientras por detrás progresó también Lemaitre hasta el tercer puesto. Desde el oro del griego Kostas Kenteris en Sydney 2000 ningún otro velocista de raza blanca había subido al podio olímpico en 200 metros.
Si Bolt abrigaba todavía alguna esperanza de batir un nuevo récord mundial, estaba pensando en el 200, la distancia en la que su tipología (1,95 de estatura, 94 kilos) le convierte en prácticamente imbatible. Al abrigo de un fallo en la salida, la media pista le concede un margen suficiente para la corrección.
En los últimos nueve años Bolt sólo había perdido una carrera de 200, cuando su compatriota Yohan Blake le batió -también en 100- en los campeonatos jamaicanos del 2012 que precedieron a su nuevo triplete olímpico en los Juegos de Londres.
Su cosecha en el esprint sostenido impresiona: dos títulos olímpicos y cuatro mundiales.
Bolt domina la escena con tanta solvencia que en su semifinal se permitió sostener en los últimos metros una breve charla con su amigo el canadiense Andre de Grasse, que sin aflojar hasta la raya le obligó a no relajarse, como acostumbra, en los últimos metros.
"¿Pero qué haces?, es sólo una semifinal", le dijo Bolt a De Grasse, según reveló el jamaicano. "Creo que me quería impresionar", añadió en tono de broma. El año pasado, en el mundial de Pekín, donde el canadiense obtuvo la medalla de bronce en 100, Bolt pasó por detrás de él y le gastó otra broma, interrumpiéndole mientras le entrevistaban en una cadena de televisión.
La penúltima ronda había sido la tumba de dos gallos de pelea. El estadounidense Justin Gatlin, resignado al inseparable prefijo sub desde su regreso a las pistas tras cumplir cuatro años de sanción por dopaje (subcampeón olímpico, subcampeón mundial), cayó en la tercera serie junto con Yohan Blake y el español Bruno Hortelano.
El "chico malo" de la película, el pararrayos de todos los abucheos desde hace años, Gatlin, no era de la partida. Los dos amigos, Bolt y De Grasse estaban llamados a batirse en duelo por la medalla de oro con permiso de LaShawn Merritt.
El momento mágico del canadiense, que corrió su semifinal en 19.80, la presencia discreta del experimentado Merritt, a resguardo de toda presión, y las molestias físicas que impidieron a Bolt disputar este año los campeonatos jamaicanos -sólo corrió un 200, en 19.89- aportaban a la final una mínima incertidumbre que el astro jamaicano desterró rápidamente, antes de terminar la curva.
Especialista en la vuelta completa a la pista, Merrit, campeón olímpico hace ocho años en 400 metros, participaba en la fiesta como convidado de piedra, a sus 30 años, después de haber recorrido la media pista este año primero en 19.78 en Nassau y luego en 19.74 en las semifinales de los "trials" americanos, en cuya final, pese a sus 19.79, perdió frente a Gatlin (19.75).
El pasado día 14, Merritt sólo pudo ser tercero en su prueba, los 400 (por detrás del sudafricano Wayde Van Niekerk, que batió el récord mundial con 43.03, y del defensor del título, el granadense Kirani James). Ahora volvía a la carga en 200, pero sólo pudo acabar sexto (20.19).