Para muchos brasileños es el primer recuerdo que guardan en su memoria, otros directamente enterraron su afición por la Fórmula Uno para siempre, pero todos recuerdan qué hacían el 1 de mayo de 1994, el día que murió el último héroe nacional de Brasil, el día que murió Ayrton Senna.
"En este momento la médica María Teresa Fiandri comunica a todos los periodistas de aquí del hospital Maggiore de Bolonia que Ayrton Senna da Silva está muerto, murió Ayrton Senna da Silva, una noticia que nunca nos gustaría dar", anunció el reportero Roberto Cabrini en la red Globo. El corazón del triple campeón del mundo de Fórmula Uno dejó de latir a las 18.40 hora local de Italia (13.40 hora de Brasilia) y con él millones de brasileños enmudecieron, entre la incredulidad y la más absoluta tristeza.
Ocurrió en la maldita curva de Tamburello del circuito Enzo y Dino Ferrari, de Imola, en la séptima vuelta de un Gran Premio de San Marino que nunca debió disputarse. En los entrenamientos de ese viernes otro brasileño, Rubens Barrichello, sufrió un impresionante accidente y un día después murió el austríaco Roland Ratzemberger en un violento choque casi frontal contra la barrera de protección.
El domingo, antes de ponerse al volante de su Williams FW16 Renault, Senna criticó duramente la pista, uniéndose a las voces que clamaban por la falta de seguridad de los pilotos. El piloto de Sao Paulo salió desde la 'pole', pero la rotura de la barra de la dirección en un mismo punto en el que había sido soldada provocó que perdiera el control de su monoplaza a casi 300 kilómetros por hora y se estrellara contra un muro de protección.
"¡Senna se golpeó fuerte!", exclamó el veterano periodista Galvao Bueno, en la retransmisión en directo de Globo. Eran las 14.13 hora local. Senna, de 34 años, sólo comenzó a recibir atención médica sobre la pista dos minutos y medio después; y diecisiete más pasaron para ser trasladado al hospital en helicóptero, aunque ya era tarde. Con el impacto, una pieza de la suspensión delantera salió disparada como un proyectil contra su casco, provocándole lesiones mortales en el cerebro.
Bianca Senna, sobrina del piloto, se encarga ahora de mantener vivo su legado desde el Instituto Ayrton Senna, un sueño del mito brasileño que se hizo realidad tras su fallecimiento y que tiene como objetivo mejorar la educación pública de su país.
"Fue más que un piloto; si sólo hubiera sido un piloto no se hubiera ganado el corazón de tantas personas en el mundo. Luchó mucho por conseguir lo que consiguió y no fue fácil. Las personas se identifican con eso, con esa batalla por conseguir sus objetivos", dice Bianca en una entrevista con Efe. Cuando Ayrton ganó su primera corona mundial, en 1988, ella era una niña y reconoce que no seguía mucho las carreras de su tío, "solo la salida porque sabía que iba a ganar".
La imagen que guarda de él dista mucho de la del piloto al límite que se veía sobre la pista: "Era muy diferente, muy cariñoso, muy bromista, muy amoroso y muy querido". El 1 de mayo de 1994, Bianca estaba en casa de una amiga, comenzó a ver la carrera y cuando ocurrió el accidente se fue para la casa "para ver lo que estaba pasando y ahí fue cuando se confirmó" su fallecimiento.
La noticia fue un auténtico shock para el país. "Accidente mata a Ayrton Senna", publicaba el diario Folha de Sao Paulo en su portada. "Brasil pierde a Senna", titulaba O Globo. O Estado de Sao Paulo fue más incisivo: "Muerte de Senna sacude el país y causa indignación con seguridad en F1".
Incluso una estudiante de 16 años se suicidó días después en su casa en la ciudad de Curitiba, en el sur de país, para "encontrarse" con el fallecido piloto. Pero la muerte de Senna también unió a un país en torno a su figura. En el fútbol, las irreconciliables aficiones del Flamengo y Vasco da Gama se hermanaron ese domingo en el Maracaná de Río de Janeiro para cantar juntos "¡Olé, olé, olé, olá, Senna, Senna!".
Un funeral sin precedentes
El Gobierno del entonces presidente Itamar Franco (1992-1994) decretó tres días de luto, mientras algunos de sus ministros, sociólogos y periodistas trataban de explicar el "vacío social" que dejaba Senna. El día después fue un gran velatorio en todo Brasil. Banderas negras colgaban en las ventanas, el silencio era reinante y aficionados se congregaban frente a la casa de la familia de Senna, en Sao Paulo.
Sus restos mortales llegaron el miércoles siguiente al aeropuerto de Guarulhos envuelto en una bandera de Brasil, fueron recibidos con honores militares dignos de un jefe de Estado, y velados en la Asamblea Legislativa de Sao Paulo.
En silencio, más de un millón personas se despidieron del último héroe nacional formando una caravana histórica que retrasó por dos horas el funeral, al que no faltaron grandes iconos como el francés Alain Prost, el inglés Nigel Mansell y el alemán Michael Schumacher, tres de sus máximos rivales en la pista. Una de las pancartas más repetidas ese día fue: "Senna está vivo". Un cuarto de siglo después su mensaje y su legado continúan inspirando a un país que no olvida a su leyenda.