Como hace una semana en Montecarlo, Nadal reconquistó un territorio en el que ya había reinado ocho veces para demostrarse asimismo que, a sus 29 años, todavía puede recuperar el nivel que le convirtió el rey indiscutible de la tierra batida durante casi una década.
Con su novena corona en Barcelona, el balear no solo se dio otro baño de autoestima sino que igualó el récord del argentino Guillermo Vilas, hasta hoy el tenista que más títulos (49) había ganado sobre arcilla en la historia de este deporte.
Dos horas y cuatro minutos necesitó Nadal para quebrar la resistencia de Nishikori, un tenista incansable, que apenas tiene altibajos y que siempre exige un golpe más para ganar cada punto.
El mallorquín lo conoce bien, pues hasta hoy se había enfrentado nueve veces contra él. Le había ganado en ocho ocasiones, una de ellas la final de Madrid 2014, que el jugador de Shimane no acabó por lesión. La última, hace un mes en Indian Wells.
En la segunda final entre ambos, también sobre tierra batida, Nadal necesitó hoy emplearse a fondo de principio a fin. Salvó dos bolas de rotura con 2-1 en el primer set y rompió el saque de Nishikori en el siguiente. Pero el nipón le devolvió el robo, igualó el set a tres y se adelantó 0-40 en el séptimo juego.
Emergió entonces el mejor Nadal. La derecha le empezó a correr como sus mejores tiempos, y puedo mantener su saque. Ese y el siguiente, para adelantarse por 5-4.
Inesperadamente Nishikori flaqueó con su servicio en el décimo juego. Con 30-40, tiró un revés a la red y le dio el primer set al número 5 del mundo.
Otro se hubiera hundido, pero el japonés no. Ni siquiera cuando, después de romper el saque de su adversario en el primer juego del segundo parcial, falló una bola que le hubiera permitido adelantarse 2-0 en la segunda manga.
Nadal le dio la vuelta a ese juego y ganó los tres siguientes para ponerse 4-1. Todo un mundo. Pero Nishikori apareció de nuevo para jugar su mejor tenis de toda la tarde.
Lo hizo como siempre, sin hacer ruido. Llegando aquí y allá, cambiando las dirección de la bola, atrayendo a su adversario a la red con alguna dejada para desarbolarlo con su estocada final.
Empató la sexta raqueta mundial el partido a cuatro, después de salvar cuatro bolas de rotura en el octavo juego del segundo set. Volvió entonces Nadal a tomar el mando. Más metido en la pista, más agresivo, ganó su saque con una volea e incluso tuvo bola de partido con 5-4 y resto.
Nishikori la salvó con una dejada magistral para ganar su servicio y empatar a cinco. El segundo set olía a desempate. Quizá con el Nadal de hace unos meses es justo lo que hubiera sucedido, pero el mallorquín ha recobrado su fuerza mental y la confianza en su tenis.
El exnúmero uno mundial jugó un undécimo juego si fisuras, se puso 6-5 arriba y apretó a Nishikori al resto. Esta vez, el japonés sí que falló. Un remate a media pista que envió fuera y un derecha que murió en la red fueron los dos últimos puntos del partido.
Los que le dieron el triunfo a Rafa Nadal, los que le permitieron volver a celebrarlo a lo grande en la pista central el RCT Barcelona y, a continuación, bañarse en la piscina del club, como manda la tradición. Una tradición que hacía tres años que no cumplía.