La vida después del éxito
Arjen Robben dejó el fútbol en el verano de 2019. Atrás quedaba el Bayern y sus diez temporadas de éxitos, incluida una Copa de Europa. Atrás quedaban sus años de glamour juvenil en el Real Madrid y en el Chelsea, sus regates por la banda derecha y sus goles de marca registrada. Robben colgaba las botas y volvía a su ciudad, a Groningen, al norte de los Países Bajos, donde conoció a su mujer y se casó con ella siete años después. Cambió la bicicleta de balón por la de ruedas y empezó a vivir como un ex jugador.
Pero después de un año de descanso decidió volver. Llamó al club de la ciudad, donde él mismo empezó siendo un adolescente y le hicieron un contrato para jugar un año con los suyos.
Una carrera de lesiones
Debutó el pasado 13 de septiembre contra el PSV, el equipo que le dio el impulso para jugar en las grandes ligas. Robben jugó 29 minutos y salió lesionado. Un mes después volvió recuperado, ante el Utrech; 15 minutos una nueva lesión muscular, en los gemelos. Desde entonces han pasado seis meses y ha confesado que pensó en volver a retirarse. Las lesiones musculares han sido una lacra que siempre le ha perseguido, pero nunca le han impedido seguir luchando.
El pasado once de abril Robben volvió a jugar un partido de fútbol. Veinte minutos, otra vez, y en la tercera venció a su cuerpo de cristal. No hubo lesiones. La directiva del Groningen le ha ofrecido renovar por un año más y ha alabado públicamente su profesionalidad, dentro y fuera del campo.
Un bulto y un atracador
Pero las lesiones no han sido los únicos obstáculos con los que Robben ha tenido que lidiar en su carrera como futbolista. En 2004, siendo jugador del Chelsea, tuvo que ser intervenido de un testículo para extraer un bulto que los médicos consideraban peligroso. La operación salió bien y Robben pudo volver al césped inmediatamente, en una temporada en la que acabó elegido como mejor futbolista joven de la Premier.
No fue la única vez que vio peligrar su integridad más allá de las lesiones. Seis años después, en la tranquila Baviera, Robben sufrió un atraco en su propia casa cuando él estaba descansando. Dos atracadores irrumpieron en su propiedad y el delantero del Bayern los echó enfrentándose a ellos portando un cuchillo de cocina.
Hoy Robben es un hombre tranquilo de 37 años que vive en la ciudad de su infancia y va al estadio de su equipo en bicicleta. Cuando llega le abren la puerta y lo saludan como un vecino más, como parte de la familia, pero también como el ídolo de una ciudad que siempre le ha admirado. Y aún quiere vivir así, entre las calles y el césped, siempre que su cuerpo de cristal le dé unos minutos más de prórroga.