Se llamaba Ángel María Lara y había conseguido reunir en su ático de 70 metros cuadrados 700 plantas distintas de 450 especies. De éstas, 150 pertenecen a especies muy raras y de gran interés científico.
Era un amante de la naturaleza y cuando supo de su enfermedad, el contacto y el cuidado de sus plantas le proporcionó el sosiego necesario para soportar las sesiones de quimioterapia. Era un asiduo del Jardín Botánico de Córdoba y allá que acudía con su padre después de horas en el hospital recibiendo el tratamiento contra el cáncer.
Su testamento no ha sido otro que el deseo de que sus plantas sigan vivas y para ello antes de su muerte lo dejó dicho. Quería que el inmenso jardín que conformó a base de pedir por internet a cada rincón del mundo todos esos ejemplares, se conservara, custodiara y cuidara por parte de los técnicos y jardineros del Real Jardín Botánico de Córdoba.
Y así ha sido, las 700 plantas de Ángel María ya han llegado al destino que joven cordobés de 46 años quería para ellas. Ha sido un momento bastante emotivo con la presencia del presidente del IMGEMA Jardín Botánico, Daniel García Ibarrola, la técnico del jardín Carmen Jiménez y el padre de Ángel María que nos deja estas palabras...