El Cerro de Andévalo tiene alma propia. Sólo es necesario caminar calles arriba y abajo, adentrarse en sus iglesias, ermitas, conventos y escuchar a los que, a su vez, antes escucharon a los mayores. Se trata de un lugar con un áurea muy especial.
Hay tradiciones ancestrales que han sabido conservar con mimo y respeto. El traje de Mayordoma o Jamuguera de la Romería de San Benito es un buen ejemplo de vestido ritual, su aspecto ha debido de cambiar poco desde el siglo XVII. El traje de Mayordoma de la Romería de San Benito y el vestido de Mayordoma de la Romería de la Peña, en La Puebla de Guzmán, son los dos únicos trajes femeninos con sombrero de copa que se conservan en festividades de España. El Cerro del Andévalo debe su nombre a la pequeña elevación en cuyo regazo se asentó el primitivo núcleo de población. Situado en el centro de la provincia de Huelva, este municipio atesora en su término paisajes que evocan tiempos en los que la minería era el alma de estas tierras y de sus gentes.
Historia
En las inmediaciones de la aldea de los Montes de San Benito se han encontrado restos de edificaciones turdetanas del siglo IV a. C. La mina de antimonio de Nerón fue explotada durante la dominación romana para la fabricación de monedas. En 1251 Fernando III concede a la ciudad de Sevilla las tierras cerreñas. Las dificultades y penalidades económicas y, sobre todo, los continuos esfuerzos repobladores se ponen de manifiesto en el hecho de que a finales del siglo siguiente este enclave se encontraba prácticamente despoblado. Aún en 1479, El Cerro y otras localidades cercanas continuaban asolados debido a los continuos conflictos y guerras con Portugal. Nuevamente repoblado desde los primeros años del siglo XVI, la ocupación francesa ocasionará cuantiosos gastos y destrozos en el casco urbano. La reactivación de la actividad minera acaecida en el último cuarto del siglo XIX inyectará un impulso espectacular en la economía y demografía de este municipio, que se verá truncada con la crisis del sector a mediados de la centuria posterior. La huella minera en su término es palpable en La Joya. Clausurada en 1975, su actividad se inició a finales del siglo XIX con capital británico. De su importancia se explica la construcción de la línea de ferrocarril que conectaba esta explotación con la estación de El Tamujoso.
Modos de vida
En la actualidad la actividad económica gira en torno a los aprovechamientos agropecuarios, centrados principalmente en el ganado ovino, bovino y porcino y, sobre todo, el cultivo de cítricos. La agricultura se completa con cereal, olivo y pastizales para forraje. La apicultura goza también de importancia en la zona, junto con el sector servicios y el pequeño comercio.
Medio natural
El paisaje de El Cerro participa plenamente de las condiciones biogeográficas de la comarca del Andévalo. Restos de dehesas de encinas y alcornoques, con abundante matorral noble y monte bajo, compiten con extensísimas manchas de pinos y eucaliptos, fruto de antiguas repoblaciones.
Sitios de interés
La Iglesia de Santa María de Gracia es un compendio de varios estilos arquitectónicos que arrancan con el siglo XVI. De origen mudéjar, las posteriores modificaciones renacentistas y barrocas le otorgan un sello de inconfundible valor. La Ermita de la Santísima Trinidad, también del siglo XVI, se encuentra muy cerca de la anterior, verdadero centro neurálgico de la vida cultural de la localidad. Su casco urbano sobresale por el blanco inmaculado de su caserío y por el rojizo de sus tejados. El Molino del Regente, cuya antigüedad se remonta al siglo XVIII, albergó en sus dependencias un molino de aceite y una ermita en honor a la Virgen del Andévalo. La mina romana de Nerón puede visitarse. La Ermita de San Benito Abad, por su parte, fue levantada en el siglo XIII en la aldea de los Montes de San Benito, y es el escenario de la Romería de San Benito Abad. Desde el Cabezo del Andévalo podemos obtener unas vistas espectaculares de este singular pueblo.
La presencia humana en estas tierras se remonta al Calcolítico, sobre el tercer milenio antes de Cristo, habiéndolas poblado también los tartessios, los fenicios y los romanos, como demuestran diferentes restos arqueológicos, relacionados en muchos casos con explotaciones mineras. En la época de ominio musulmán, la villa tenía un recinto bien fortificado, formado por tres murallas. La reconquista de El Cerro se produce a mediados del siglo XIII por el rey Alfonso X el Sabio, siendo durante los siglos siguientes motivo de disputa entre los señoríos de Sevilla y Niebla, así como con los portugueses.