El entramado ofrecía teléfonos móviles de última generación a precios muy por debajo de su valor en el mercado con la excusa de obtener importantes descuentos si pedían a sus proveedores grandes volúmenes de terminales. El gancho final consistía en la entrega efectiva de smartphones a algunos compradores, dotando de credibilidad el sistema; para poder atender a los primeros pedidos, tomaban parte del dinero recaudado --de tal manera que unos pocos compradores sí recibían el producto y la mayoría, no--.
Por otro lado, han afirmado que llama la atención el bajo precio al que se ofertaban los teléfonos, ya que los terminales, según los modelos, rondaban aproximadamente los 1.000 euros la unidad en el mercado, siendo vendidos por 300 euros. Hay constancia de que una de las víctimas llegó a entregar 16.000 euros al entramado para la adquisición de un paquete de terminales.
La investigación se inició a comienzos del mes de mayo con la denuncia de una presunta estafa. El denunciante expuso que había pagado 1.500 euros a una persona por la compra de cinco teléfonos, no recibiendo ninguno de los mismos ni tampoco la devolución de su dinero. Según las indagaciones, la red estaba liderada por un hombre --de 46 años y afincado en Antequera (Málaga)--, considerado supuesto 'cerebro' de la misma, quien habría ofrecido al referido celador actuar como intermediario en la venta de productos de tecnología a cambio de una comisión. Así, el mediador ofrecía entre sus propios compañeros de trabajo, en un hospital en Málaga, y entre familiares y conocidos, aprovechándose de la confianza con aquellos, los productos que la red ofertaba.
Han precisado que si bien algunas personas entregaban el dinero en mano al investigado, en la mayoría de las ocasiones se les daba un número de cuenta bancaria en la que debían ingresar la cantidad pactada. Comprobada la titularidad de dicha cuenta, se averiguó que la misma estaba a nombre de una mujer, integrante de la trama, siendo cotitular su cónyuge --el 'cerebro' del entramado--. El intermediario cerraba los tratos y entregaba los productos a los primeros compradores; se iba haciendo con el dinero facilitado por otros clientes. De este modo, las personas que sí recibían sus productos, sin saberlo, valían de gancho al entramado para la captación de nuevas víctimas, al confirmar haber recibido los terminales a un precio muy bajo.
Conforme iban aumentando el número de víctimas, al mismo tiempo se iba haciendo cada vez más difícil para los estafadores el poder satisfacer las deudas adquiridas, ya que para hacer entrega a cada una de ellas de lo pactado era necesario conseguir un gran número de nuevas víctimas. El número de afectados supera la centena hasta la fecha, teniendo la estafa un alcance que supera el ámbito provincial.