Desde el Perchel, la última de las hermandades, que cierra la noche del Jueves Santo, sale a la calle. Al paso de la Dolorosa más portentosa de la ciudad, con sus cinco toneladas de peso, es tradicional que unos acólitos dispuestos a lo largo del cortejo vayan cubriendo el camino con romero para que, cuando pase sobre el la María Santísima de la Esperanza Coronada, lo bendiga.
De esta forma, se cumple con una de las tradiciones más antiguas de la Semana Santa Malagueña, y se cumple una de las estampas más míticas: que el público espere a que transcurra la procesión para agacharse a coger el romero bendecido por la Virgen.
Un instante que nos llega de la mano de Isabel Sánchez.