Mónica no es malagueña, pero como si lo fuera. La vida le hizo mudarse de su Córdoba natal a Málaga y aquí vive con su marido y su hija. En agosto de 2018 le diagnostican cáncer de cuello de útero, las posibilidades que desde el hospital le dan de supervivencia no superan el 40%. En aquel momento, su hija tiene tan solo 3 años.
“Mi marido y yo salimos del hospital, y no se lo contamos a nadie. Nos fuimos directamente al Santuario de la Victoria”, cuenta Mónica. Cuando llegaron se fueron directos a la Virgen de la Merced y a sus pies se aferraron: “Madre mía que sea lo que tenga que ser, pero que mi hija no sufra”. Durante 9 meses Mónica estuvo luchando contra el cáncer acompañada de un pañuelo de la Virgen de la Merced que le cedieron desde la hermandad de Humildad.
Una rosa roja cada martes
En octubre de 2022 Mónica recibe la llamada del hermano mayor de Humildad y Paciencia, Antonio Río, para pedirle si podía ayudar en la preparación de la bendición de la nueva talla, ella le dijo que sí y se puso mano a la obra junto a Paloma Hidalgo, albacea de vestuario de la hermandad. Cuando Mónica acude a la casa de hermandad para hacer entrega del repostero, Antonio le invita a conocer al Señor de Humildad y Paciencia. “Cuando yo me acerco al Señor y lo miro a los ojos, me quedo ahí, el Señor me atrapa, me enamora, es un sentimiento que no puedo explicar, pero me quedo prendada”.
Días después tenía lugar la bendición con la mala suerte de que Mónica empieza a encontrarse mal, con fiebre alta, con síntomas de debilidad. El viernes tuvo que acudir al hospital donde la ingresaron durante dos días en la Unidad de Cuidados Intensivos. Apenada le escribió a Paloma para contarle la situación y ella le mandó una foto: “No te preocupes, el Señor está contigo y no te va a soltar de la mano. Sea lo que sea vas a volver a estar con Él”.
Tras esa fotografía Mónica empieza a recuperarse y el martes le dan el alta. Antes de llegar hizo una parada en la iglesia de San Vicente y allí le entregó al Señor una rosa roja con una tarjeta que ponía gracias. “Desde ese martes el Señor de Humildad y Paciencia tiene una rosa a sus pies, que es mi rosa y es mi agradecimiento de estar conmigo esos 4 días y por todo lo que ha llegado después”.