Eran siete espigones entre La Venus, El Faro y La Fontanilla, más otros cinco, que no se destruyeron, a poniente de Puerto Banús. Muchos de los que estén escuchando ahora mismo habrán pasado encima de ellos gran parte de su infancia, cogiendo lapas, tirándose al mar desde alguna roca, buceando a su alrededor o jugando al fútbol en las explanadas de arena que resguardaban de las mareas. Con ellos, había buenas playas donde ahora apenas hay arena, y sus rocas albergaban especies protegidas, como la patella ferruginea, donde se refugiaban los alevines, cuenta José Miguel Lima, el presidente de la Asociación para la Construcción de Espigones Emergidos en Marbella. Del nombre del colectivo ha desaparecido la palabra “transitables” porque les dijeron a sus miembros que ningún ingeniero firmaría un proyecto como el que pretendían. Ahora se construirán de nuevo esas estructuras, algún día, pero de otra forma.
Ellos, la asociación, preferirían que fueran como años ha, en superficie, como sí están proyectados para la playa de San Pedro, en donde, curiosamente, nunca antes los hubo. Pero en el centro urbano de Marbella serán exentos, semisumergidos y paralelos a la orilla, una opción que, recuerda Lima, ya se contempló en su día, allá por final de los 60, cuando se idearon los que finalmente se levantaron.
El método empleado por aquel entonces era el más sencillo y garantista, explica el ingeniero de caminos Luis Cepedano. Hace 50 años que se construyeron. Eran celdas con espigones perpendiculares y martillos que retenían la arena. Pero conllevaban, y conllevan, un problema.
Un decisión técnica, pero que no convenció ni gustó a todos
Bien entrados en los 80 se elaboró un estudio concienzudo que desembocó en la imagen que aun hoy perdura. Se retiraron casi todas esas rocas del centro de la ciudad con un objetivo que paradójicamente, según Cepedano, no se ha conseguido: facilitar el movimiento de las mareas.
Pero a José Miguel Lima le parece que no hubo una explicación clara entonces de la decisión adoptada. Él cree que detrás hubo una cuestión política. Reconoce sin embargo que sí había un problema medioambiental, pero sólo en uno de los espigones, el de San Ramón, y que tenía además una sencilla solución, como el tiempo, dice, ha demostrado.
Resistieron los espigones de las playas de poniente de Puerto Banús. Allí están todavía conservando en cierta manera y no como antaño porque se han deteriorado bastante, la arena en esa zona del litoral. Luis Cepedano conoce muy bien esa historia porque era el director del famoso recinto portuario. Esas estructuras no se quitaron por una sencilla razón.
El retorno
30 años después la vuelta de lo que se fue está más cerca. Sendos proyectos, uno para Marbella y otro para San Pedro, están pendientes de la tediosa tramitación de las obras públicas, estudios de impacto medioambiental y otras cuestiones. Los esperan con ganas todos aquellos que los ven como la solución a un problema crucial: que las playas del centro de Marbella luzcan como años ha y no presenten una imagen cada vez más deteriorada. Son vitales, dice la directora general de Turismo del Ayuntamiento, Laura de Arce, para mantener el liderazgo en el “sol y playa”.
Los ecologistas matizan y dudan de su efectividad
Pero también hay quien no ve tan clara esa relación causa-efecto. Es muy discutible que los espigones protejan tanto como parece a las playas de las olas y las mareas, dice el portavoz de Ecologistas Malaka en Marbella, Javier de Luis. Llama la atención además de que se está exagerando el problema: la mayor parte del litoral marbellí tiene sus playas en condiciones, en el 85% de la costa nunca ha habido escolleras y sin embargo no hay pérdida de arena. Es cierto, reconoce De Luis, que en el centro sí se ha sentido, pero no es buena idea colocar de nuevo esas estructuras y menos, como están proyectadas para San Pedro.
¿Cómo entonces se podrían recuperar las playas del centro de Marbella? Persiguiendo su naturalidad, en vez de apostar por hacerlas artificiales.
No le gusta al ecologista sobre todo el plan para San Pedro; espigones perpendiculares y en superficie, al estilo de los que se quitaron en el centro de Marbella, porque volverán a entorpecer las mareas. Le sorprende de hecho a Cepedano que se apueste de nuevo por esa fórmula, aunque tendrá su justificación técnica, asegura. Estarán no obstante, mucho más alejados unos de otros; hay un kilómetro de separación incluso entre dos de ellos, según el proyecto del Ministerio para la Transición Ecológica. En Marbella, el método será el empleado, sin ir más lejos, a la playa de La Rada, en Estepona: espigones paralelos a la orilla, a unos 150-200 metros.
Sólo cuando estén levantados saldremos de dudas, veremos si devuelven a las playas del centro de Marbella aquel aspecto de los 80 y los 90, y si sirven para que la playa de San Pedro pueda desarrollar todo su potencial, sin entorpecer el flujo de las mareas. Y si de paso consiguen que haya arena de verdad, en lugar de esa desagradable tierra, mejor.
Alfonso Olaso les ha acompañado en esta ida y futura venida de los espigones de Marbella.