Marbella ha vivido siempre de espaldas al mar. Su economía no se ha basado apenas en una de sus fronteras naturales. Sí lo ha hecho, mucho y durante un buen periodo de tiempo, entre mitad del siglo XVIII y los años 70 del pasado XX, de su otro principal límite territorial; la montaña. Porque en ella están las minas que tanto beneficio le dieron a la ciudad, y que ahora aguardan a darle rédito de nuevo aunque de otra manera.