La investigación ha confirmado que se trata de un enterramiento que podría datar de finales del siglo XIX y el XX, con lo que se desconoce si se realizó de manera clandestina o legal, lo que situaría la fecha antes de 1872.
Lo que sí se conoce, a pesar de que los estudios de ADN, por las circunstancias del enterramiento, han sido negativos, es que la niña murió de una patología vascular craneal, que había estado cuidada y con buena alimentación. Debido al lugar preeminente de la sepultura, junto al altar y a los pies de imagen de la Virgen de la Antigua, se considera que muy probablemente la pequeña fue miembro de una familia destacada de la ciudad.
El director del equipo de investigación Miguel Ángel Tabales cuenta entre los detalles que la niña estaba bien alimentada, y cuidada, que murió de una patología muy rara, una anomalía vascular intracraneal, que tenía entre 4 y 5 años y que era rubia. Los restos óseos de la niña se hallan en bastante buen estado, hasta el punto de que incluso conserva parte del cabello. También se ha encontrado restos de ropa, zapatos y algunos botones de nácar.