Llegar a Abú Simbel y vislumbrar el templo dedicado a Ramsés II es una de las experiencias que todos los amantes de la cultura egipcia desean realizar en su primer viaje a Egipto. Cuatro esculturas de Ramsés sedentes con un aspecto idealizado dan la bienvenida al visitante, como cuenta Luis Tobajas en Desafío Viajero. Se trata de un templo situado en la parte nubia de Egipto acercándose a la frontera con Sudán, de ahí las fuertes medidas de seguridad y que solo se pueda acceder en un convoy de autobuses desde Asuán y tras cinco horas de viaje.
Tobajas explica cómo los egipcios tardaron unos 20 años en construir este templo dedicado a Ramsés II y otro cercano dedicado a su mujer Nefertari, “la bella entre las bellas”. Y los relieves que representan la victoria del faraón en la batalla de Qadesh, de hecho, se le representa sobre un carro disparando flechas.
Luis Tobajas fija su mirada también en que el arco es doble, por lo que decían que era el brazo del dios Horus quien lo sujetaba y le ayudó a ganar. Otras teorías indican que, al haber también duplicidades, por ejemplo, en las patas de los caballos, querían ya representar el movimiento. Tampoco esta claro que hubiera batalla, sino que se firmó un tratado de paz.
La magia de Abu Simbel
Pero lo más característico de este templo, como cuenta Luis Tobajas, está en el interior. Se trata del Santa Santorum. Una pequeña sala a la que se pueden ver cuatro esculturas: el dios Horus, Ramsés II, el dios Amón y el dios Ptah, conocido como el dios de la oscuridad. Todos los 21 de febrero y 21 de octubre, fecha del nacimiento y de la coronación de Ramsés, el sol incide directamente en los tres primeros, iluminándolos, mientras que el dios Ptah permanece en la oscuridad.
Un fenómeno solar que ya no es tan perfecto desde que se trasladó el templo. Debido a la construcción de la presa de Asuán y ante la amenaza de la inundación del templo, la comunidad internacional se movilizó para trasladar el templo. La forma de hacerlo, como cuenta Tobajas, fue cortarlo en cubos y montarlo como un puzzle en el nuevo emplazamiento.
Se elevó 60 metros y se desplazó 200 metros y España fue uno de los países que más colaboró. De hecho, cuenta Luis que fueron canteros gallegos quienes colaboraron para hacer los cortes del templo original y así sacar las piezas. En agradecimiento, Egipto regaló a España el tempo de Debod que se puede ver en Madrid.