Si oyen la palabra cátaro, ¿qué les viene a la cabeza? Seguro que leyendas y, sobre todo, lo que se denominó la “herejía de los cátaros”. Luis Tobajas dedica su #DesafíoViajero nos adentra en su historia y nos cuenta que los cátaros no se llamaban de esta manera a sí mismos. Ellos decían que eran “hombres y mujeres buenas”, eran “buenas personas”, mientras que la palabra Cátaro proviene del griego “Katharooi” y significa “puros”.
Estaban ubicados en el sur de Francia, en la zona del Languedoc y la Occitania. Tobajas cuenta que eran ciudades estado, una escisión del cristianismo con un credo religioso muy específico y se consideraban independientes al resto del país. De ahí y de su concepto de que lo único sagrado era Jesús y que todo lo anterior al Nuevo Testamento, incluido el Génisis, era demoníaco, fue cuando se proclamó la conocida como “herejía cátara”.
Para estos “hombres buenos”, todo lo que estaba construido era malo, consideraban que se vivía en el Infierno y, por lo tanto, la Iglesia también era satánica. Y para que los cátaros pudieran ser considerados como tales, tenían que pasar por una iniciación de purificación en la que durante un año vivían en la castidad y debían abstenerse de prácticamente todo para purificarse. De esta forma el espíritu santo podía entrar en ellos.
El Castillo de Monsegur es clave en la historia relacionada con los cátaros y, como explica Luis Tobajas, por mucho que se crea no fue este el último reducto cátaro. Si que hubo un asedio y se les dio 15 días para que, o bien salieran y se arrodillaran ante el Papa, o bien se introdujeran en una hoguera que les esperaba. Cuentan que unas 300 personas se metieron voluntariamente a la hoguera.