El linfedema es, en la mayoría de los casos, una consecuencia del tratamiento contra el cáncer de mama, aunque también se puede dar en hombres, si han sido tratados de cáncer genital; incluso se puede padecer desde el nacimiento. El linfedema consiste en un incremento de alguna de las articulaciones por la retención de líquidos que se forman en el espacio entre la piel y la capa que recubre los músculos.
Emilia Fábregat, presidenta de la Asociación de Personas con Linfedema de Aragón (ADPLA) ha señalado que a pesar de la evidencia física que supone la notable inflamación de las extremidades, los médicos suelen tardar en concretar un diagnóstico. Descartar otras patologías supone someter a las pacientes a pruebas o procesos que pueden ser contraproducentes. Incluso les llegan a prescribir fármacos para enfermedades que se pueden confundir con el linfedema, unos tratamientos pueden ser muy perjudiciales para su dolencia.
Para el linfedema no existe tratamiento farmacológico. Las personas que lo sufren sólo pueden controlar los efectos de la enfermedad mediante sus hábitos de vida. Alimentación, descanso y tranquilidad son clave. También lo es el drenaje linfático, aunque la sanidad pública no cubre este proceso que realizan los fisioterapeutas, y al que conviene que se sometan una vez a la semana, aunque depende del grado de afectación de los ganglios linfáticos.