Lorena es una emprendedora zaragozana que dejó su oficina para convertir el salón de su casa en una suerte de despacho accidental. Confiesa que al principio lo tomó como una oportunidad para disfrutar de su casa y de sus niñas, pero un año después reconoce que no lo lleva tan bien.
Una de las mayores dificultades para ella ha sido disciplinarse para separar el trabajo de la casa y no sentirse atrapada en un espacio en el que día a día se repite la rutina.
El trabajo de Lorena le obligaba a cambiar constantemente de escenario, visitando a clientes, haciendo gestiones y manteniendo una intensa actividad social, uno de los aspectos de su trabajo que más echa de menos de la vida antes del covid.