La sociedad de nuestro tiempo penaliza el error; se transmite que equivocarse es algo vergonzoso, que tropezar es de fracasados. Uno de los ejemplos utilizados por Diana Fuior es el de las muchas pruebas académicas, en las que una respuesta errónea no sólo no puntúa (como es normal) sino que resta puntos.
Nuestra psicopedagoga anima a los padres a ser tolerantes con los errores de los hijos, respetando sus ritmos de aprendizaje y teniendo en cuenta el valor del error como elemento enriquecedor en el proceso de aprendizaje. Diana Fuior asegura que cometer un error puede ser un paso adelante en el camino.
Para que equivocarse no se convierta en un motivo de temor o frustración para los pequeños, hay que ayudar a gestionar esas emociones, ayudándoles a entender que no han hecho nada malo equivocándose, defiende Fuior. También recalca la importancia de pedir ayuda, cuidar de su autoestima y ofreciéndoles la oportunidad de fallar tomando sus propias decisiones.