Alma tiene siete años. En el verano de 2020 se le cayó un pendiente mientras jugaba. Al observar la oreja para reponérselo, su madre, Juncal Rubio, observó un bulto de tamaño considerable en el cuello. Al principio no se le dio más importancia de la necesaria. A primera vista, el pediatra señaló que se trata de una zona donde es común la inflamación de ganglios por pequeñas infecciones. Pero el bulto no remitía.
Las pruebas realizadas a Alma revelaron el peor de los pronósticos. La pequeña padecía un tipo de linfoma muy agresivo. El diagnóstico fue un mazazo para Juncal y su marido, aunque tras comunicarles la gravedad de la enfermedad, llegaron de inmediato las palabras que les dio fuerzas para hacer piña y emprender la lucha contra el cáncer: hay remedio y tiene cura.
Los períodos de hospitalización fueron duros al coincidir con la pandemia. Particularmente difícil fue para la otra hija de Juncal, Abril, de 11 años; no podía visitar visitar a su hermana durante los períodos de hospitalización y tuvo que dejar de ir al colegio durante un tiempo para proteger a su hermana de posibles infecciones, ya que el tratamiento dejaba a Alma muy baja de defensas, pero fue un puntal imprescindible para Alma, quien se encuentra recuperada y ya lleva una vida normal.