En Aragón se producen más de 3.000 casos de ictus al año, es la primera causa de muerte entre las mujeres y la tercera entre los hombres aragoneses. En torno a 2.000 personas están hospitalizadas por ictus isquémicos y 500 por ictus hemorrágicos y son más de 6.000 aragoneses que en este momento tienen consecuencias que les condicionan la vida.
Entre el 30 y 50% de los afectados que sufren un ictus tienen secuelas comunicativas y/o disfagia. Miguel Lierta, presidente de la Asociación Ictus de Aragón, explica que este año se ha querido hacer hincapié en este aspecto porque se trata de unas “secuelas silenciosas” de las que no se habla y afectan en el día a día como, por ejemplo, no poder ir al cumpleaños del nieto porque puede darle un ataque de tos o no poder felicitarle.
Los trastornos del lenguaje pueden causar dificultades severas en la comprensión, la expresión, la lectura y la escritura, éstas son algunas de las secuelas que afecta a entre ocho y diez aragoneses. A estas, como indica Lierta, se suman otras más visibles como la dificultad al caminar o la parálisis. Para tratar todas estas secuelas es imprescindible la labor de logopedas y profesionales como neurólogos, fisioterapeutas o terapeutas ocupacionales.
Prevención
En Aragón existe el “Código Ictus”, una unidad preparada que se activa en cuanto recibe la consulta de una persona afectada. El presidente de la Asociación Ictus Aragón explica que los primeros momentos de atención son esenciales.
Los expertos recuerdan que el 80% de los casos se podrían evitar teniendo en cuenta y controlando los factores de riesgo. Miguel Lierta recuerda que con mantener una vida saludable, evitar el sedentarismo, llevar la dieta mediterránea y acudir, al menos una vez al médico para que haga un reconocimiento médico y controle la tensión, el colesterol, el azúcar y todos los elementos que pueden afectar a la salud, sería suficiente.
La edad media en la que se están detectando casos de ictus, está entre los 45 y 55 años ya que está bajando la edad de afección por factores como el consumo de trabajo y, sobre todo, por el estrés que se vive en la sociedad. Antes prevalecía más entre los hombres que tenían entre 75 y 85 años.