Investigación

Nuevos indicios de la conservación de restos de pelo y plumas de dinosaurio en ámbar

Nuevos hallazgos de la Fundación Dinópolis en el yacimiento de la mina de Ariño, donde se han encontrado los pelos de mamífero más antiguos conservados en ámbar. Estos pelos y las plumas de dinosaurio del Cretácico aportan nuevas claves sobre la conservación de restos de vertebrados.

Redacción

Zaragoza |

Pieza de ámbar del yacimiento turolense de San Just con restos de plumas de dinosaurio | Scientific Reports

Los yacimientos de ámbar del Cretácico son abundantes en la península ibérica y su estudio ha proporcionado numerosos hallazgos de relevancia mundial. Varios de ellos se habían producido en la provincia de Teruel y a ellos se suman dos espectaculares fósiles cuya descripción e interpretación se acaban de publicar en la revista Scientific Reports.

Ambos hallazgos tienen su origen en un mismo proceso de conservación, únicamente conocido en las resinas, que los investigadores describen por primera vez en la nueva publicación. Este proceso se ha denominado “pull off vestiture” (“arrancamiento de vestidura”) y consiste en el atrapamiento de pequeñas porciones de plumaje o pelaje de un individuo vivo, tras estar en contacto con una masa de resina pegajosa durante el tiempo necesario para que se produzca un cierto endurecimiento de la resina. Seguramente, el dinosaurio y el mamífero estuvieron en contacto con resina mientras descansaban o dormían en un árbol o cerca de él. Con el movimiento posterior del animal, la resina arrancó estas pequeñas estructuras epidérmicas.

El equipo de investigación está formado por Sergio Álvarez Parra, Xavier Delclòs (ambos de la Universitat de Barcelona), Mónica M. Solórzano Kraemer (Museo Senckenberg de Historia Natural de Frankfurt am Main), Luis Alcalá (Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis) y Enrique Peñalver (Instituto Geológico y Minero de España).

Tres de los autores ya habían observado un proceso similar, aunque no idéntico, durante sus experimentos en los bosques de Madagascar, donde crecen árboles resiníferos. Sin embargo, no lo vieron en la propia resina, sino en unas trampas pegajosas que habían instalado en árboles resiníferos para comprender cómo, hace millones de años, la resina atrapó insectos y arañas. Estas trampas también retienen pelos de los mamíferos que contactan con ellas.