Segundo Espallargas nació en Albalate del Arzobispo (3/01/1920) , pero su infancia y primera juventud transcurrió en Alcañiz donde se habían trasladado sus padres para ocuparse del negocio familiar. Segundo explicaba, en uno de los documentales a los que dio su testimonio, como entró en contacto con el mundo del boxeo en la capital bajoaragonesa a partir de los 12 años. La Guerra Civil dio un vuelco a su juventud, a su vida y a su práctica amateur del boxeo. Pero fue este deporte el que, años más tarde, le salvó la vida en Mauthausen, aquel antro de terror, hambre, enfermedad y muerte al que fue deportado, junto a otros 7.000 españoles, durante la Segunda Guerra Mundial.
Segundo ingresó el 27 de enero de 1941, cuando acababa de cumplir los 22 años, en el mayor transporte con republicanos deportados a Mauthausen: aquel día fueron registrados en el campo 1.500 republicanos. Su fortaleza física y su condición de boxeador le llevaron a ser elegido, por los SS del campo, como uno de los participantes en los combates organizados algunos domingos para su entretenimiento. Combatió con boxeadores, prisioneros como él, de diferentes nacionalidades y una derrota podía acarrearle la muerte inmediata. Fue conocido popularmente entre los internos como “Paulino”, en recuerdo del boxeador guipuzcoano Paulino Uzcudum, y reconocía cómo el boxeo le había permitido sobrevivir. Su figura fue un acicate para sus compañeros republicanos quienes veían, en los combates de “Paulino”, el reflejo de su lucha y resistencia por la vida y la dignidad entre aquellos odiados muros de granito.
Han sido números supervivientes quienes han recordado los combates de “Paulino” y, entre ellos, destacaremos el testimonio del fragatino José de Dios quien lo describía como un campeón neto que ganaba los combates por K.O y el de Mariano Constante al señalar cómo sus victorias le habían hecho merecer el respeto de sus compatriotas y le habían salvado de los trabajos más pesados. Segundo había estado destinado a trabajar a la estación de Mauthausen descargando trenes que transportaban pesadas mercancías y, tras sus primeros combates, fue destinado a la cocina. Un nuevo destino que le sirvió, también, para colaborar con la organización clandestina de los españoles. Su estancia en el “campo de los españoles” no estuvo exenta de peligros, puesto que nadie tenía asegurada la supervivencia en aquel infierno, donde la muerte estaba presente cada día y en cada instante. A pesar de ello, Segundo, reconocía su condición de privilegiado que le permitió llegar vivo a la liberación y era muy consciente del trato inhumano al que fueron sometidos, hasta las últimas consecuencias, tantos compañeros de infortunio.
Decíamos que Francia lo acogió por segunda vez. Y así fue: tras la liberación de Mauthausen, en el lejano mes de mayo de 1945, los republicanos españoles no pudieron regresar a España y Francia se convirtió, para la mayoría de ellos y también para “Paulino”, en su nueva Patria. En tierras francesas boxeó algunos años, trabajó y formó una familia. Regresó de forma asidua a su añorado Bajo Aragón, donde aún conserva familiares. Alcañiz y Albalate eran lugar de encuentro y de añoranzas juveniles que le reconfortaban y a dónde aún pensaba, en los últimos años, en trasladarse a vivir. Murió en París en el año 2012