Hay que confiar en la imaginación y ponerla a prueba, defiende Rodrigo Cortés; aunque pueda parecer un derroche quemar una veintena de premisas atractivas, que bien podrían dar para otros tantos libros o películas, y desarrollar interesantes historias en unas pocas páginas, algunas en tan sólo unas cuantas líneas, para recopilarlas en un solo libro de cuentos.
Los cuentos son diferentes, e independientes son los personajes que emergen de ellos. En apariencia, son relatos sueltos sin conexión entre sí. Pero no es así en absoluto, recalca el autor; porque igual que no es lo mismo un álbum de canciones que un recopilatorio de éxitos, estos 'Cuéntos Telúricos' son un todo y tienen un sentido coral, armónico; hasta cierto punto, complementario.
Un mago llamado Baldomero; Alberto y Mileva, una pareja de estudiosos de la electrodinámica de los cuerpos en movimiento; Marlon, que hace voces variopintas y vive soldado a una silla de ruedas, forman parte de un ecosistema, están conectados a la tierra; de ahí lo telúricos. Rodrigo Cortés califica estos cuentos como casi fantásticos o mágicos por muy poco, porque no se ajustan a nuestras leyes. Su forma de entender la literatura se basa en el amor por la palabra, tan importante como la propia trama o la psicología de los personajes. La escritura debe responder, dice, a la resonancia y sensorialidad del lenguaje. También a la economía de medios como imprescindible en literatura: no utilices ocho palabras para algo que puedes explicar con seis.