25 años de la Recopa del Real Zaragoza

Siempre me quedará Paris (II)

Crónica de cómo Rafael Feliz vivió uno de los momentos más importantes para el Real Zaragoza, cuando ganó la final de la Recopa ante el Arsenal en el Parque de los Príncipes de Paris. Fue un 10 de mayo de 1995. A los zaragocistas, siempre nos quedará Paris.

Rafael Feliz

Zaragoza | (Publicado 10.05.2020 09:11 )

Nayim con la copa | Agencias

Llego la hora de la verdad

Fueron semanas de infarto y de duro trabajo para los que nos dedicamos a esto de la información deportiva. Desde el día siguiente de haber conseguido la clasificación, los aficionados hacían largas filas en las agencias de viajes para conocer cómo se habían preparados los paquetes con entradas para ir a Paris. Independientemente del encanto de ver la ciudad francesa, muy bonita por cierto, el verdadero encanto radicaba en ver al Real Zaragoza en su primera gran final europea. Directivos y el secretario general del club blanco, Paco Checa, estaban trabajando en muchos cabos que todavía había que cerrar, dónde se colocarían los miles de zaragozanos que acudirían a la final, dónde estaría la oficina de atención al aficionado en la capital francesa, etc.

El jefe de seguridad del club, el comisario Juan Vizcaíno, también viajó por temas de seguridad, había que ver donde estarían ubicados, las distancias que se mantendrían con la afición inglesa. La UEFA preguntó si podrían dar problemas los aficionados aragoneses, a lo que Vizcaíno se rio, se notaba que la UEFA, que se dedica a otros menesteres aunque no sabemos cuáles, no conocía a los aficionados de Aragón, a los que solo les preocupaba ir a Paris a pasar un gran día, animar a los suyos y, a poder ser, como así fue, ganar. Los días iban pasando, en muy poco tiempo las entradas se agotaron, la mayoría de aficionados viajaron en bus y la fiesta fue de las mejores que se recuerdan. Amigos y familiares cercanos que fueron a Paris todavía me hablan de ello porque no han logrado quitárselo de la cabeza 25 años después.

La gran final

Llegó la hora del equipo. Víctor Fernández decidió, como era lógico, que viajara toda la plantilla para disfrutar de la fiesta y porque se lo habían ganado, ya que prácticamente todos habían jugado minutos a lo largo de las eliminatorias. El técnico, ya días antes, tenía en su mente con quién iba a jugar, eran los más habituales a lo largo de la competición y con su once no sorprendió a nadie.

Cedrún estaba bajo palos, la defensa era la formada, por el zaragozano Belsué a la derecha (que gran jugador, su suplente era Cafú, que es uno de los mejores del Mundo, el brasileño mordía banquillo en aquel Real Zaragoza), Solana en el otro lateral, muy serio a la hora de cerrar la banda. En el centro, un gran jugador, el argentino Fernando Cáceres, junto al jugador que más veces ha vestido la zamarra zaragocista, Xavi Aguado en el lateral izquierdo. En el centro del campo todo era calidad, Nayim, Aragón y Poyet, todos decían: “el trabajo lo ponen el ceutí y el uruguayo y la calidad el malagueño, Aragón”. Y para arriba la artillería pesada, el "ratoncito" Pardeza, con una clase inmensa, el súper trabajador Higuera y el arte y la garra de Esnaider, Gardel, como lo bautizó mi amigo, que en paz descanse, Gaspar Roseti, quizá el mejor narrador de fútbol, que ha habido.

Precisamente el gaucho anotó el primer tanto del encuentro, un golazo que hizo que se desatase la locura de los aficionados zaragozanos en las gradas del coqueto Parque de los Príncipes de Paris. Poco les duraría la alegría a los miles de zaragozanos cuando, minutos más tarde, llegaba el empate para el Arsenal. Había sido una lástima que el gol de Juan Eduardo Esnaider no tuviese la recompensa de permanecer en el marcador un tiempo más dándoles la victoria. El equipo del joven Víctor Fernández (34 años), siempre bien arropado por el hombre que le aconsejaba con sus fichajes y que le apoyaba con su veteranía en el banquillo, Avelino Chaves, había hecho más grande al Real Zaragoza.

Los siguientes minutos se sucedían las ocasiones de gol de unos y otros, el Real Zaragoza hacia que el portero del Arsenal se convirtiese en el héroe de la final, ya que evitaba goles de Higuera, Esnaider o Pardeza y los cabezazos de Poyet. Así se llegaba con empate a uno al final del partido. Había prorroga y fue muy parecida a la segunda parte del partido, hasta que en la segunda parte, eso si que era una locura, llegó el gol imposible de Nayim, que daba el título al Real Zaragoza. Hace 25 años el gol de Nayim hacía historia y hoy sigue siendo historia del club, se pitó el final del partido y es lo mejor que le ha pasado al club.

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