Con sensaciones térmicas muy inferiores a la temperatura que marca el mercurio, los voluntarios y trabajadores de Cruz Roja saben que las personas que pasan la noche tratando de protegerse del frío en un cajero automático, acampados bajo un puente o sobre unos cartones en algún pasaje comercial están expuestos a un gran riesgo. Por eso cada noche peinan la ciudad en su busca para ofrecerles ayuda.
A pesar de las inclemencias de la primera ola de frío del invierno, no es el café caliente o un bocadillo lo que la mayoría de las personas sin hogar a las que se acercan los voluntarios agradecen. La subdirectora de intervención social de Cruz Roja, Susana Royo, cuenta que lo que más agradece la mayoría de ellos es un rato de conversación, ya que la soledad absoluta en la que transcurren sus días hace tanta mella como la meteorología adversa.
Algunos de los sintecho a los que atiende Cruz Roja, aceptan la comida y la bebida caliente que se les ofrece, pero rechazan abandonar la calle a pesar del frío; éstos suelen ser los que más tiempo llevan viviendo en esas condiciones. En cambio, suelen aceptar ser trasladados al albergue o a otros recursos residenciales aquellos menos habituados a la vida en la calle, los que llevan menos tiempo. Cada noche dan con una media de 25 personas en las calles, explica Susana Royo, pero son unas 400 las que viven sin hogar en Zaragoza.