El peor momento fue a finales de 2020. El número de inhumaciones creció un 23%. La gerente de CEGISA, la sociedad que gestiona todos los cementerios municipales de Gijón, recuerda que fueron momentos muy duros. Para las familias de los muertos evidentemente, pero también para el personal fúnebre. Mónica García recuerda que los cementerios permanecieron cerrados entre marzo y mayo.
Sin embargo, explica Mónica García, no tuvieron problema de espacio y los familiares entendieron bien los protocolos. El miedo y el desconocimiento les hizo ser muy catos, demasiado en ocasiones, pero eran tiempos difíciles. Los cementerios de Gijón pasaron la pandemia sin un solo contagio entre su personal. Trabajar al aire libre ayudaba, dice García, quien entiende que lo peor lo vivieron tanatorios y funerarias. Actualmente ninguna de las medidas establecidas entonces están vigentes, aunque si se repitiese algo así, nos cuenta Mónica, tendrían más claro qué protocolos funcionan y cuáles no.
El covid tuvo un efecto claro. La gente "fue consciente de que nos morimos". Durante esos años registraron un importante incremento de reservas de espacio en los cementerios. Se querían tener los trámites hechos y estar preparados para cuando llegase el momento. A día de hoy no queda nada de eso. Se ha regresado a la normalidad y dejamos de pensar en la muerte.
Durante los años de pandemia los cementerios de Gijón paralizaron todo aquello que no fuese considerado esencial. Mónica pone un ejemplo. Se retrasaron el 90% de los traslados de nichos previstos. La mayoría de las familias querían estar presentes, y bien no podían o querían hacerlo con tranquilidad.
La gerente de CEGISA recuerda además perfectamente un momento. El día de los difuntos de aquel año 2020. Los cementerios pudieron abrir, pero la afluencia fue escasísima. Después de estar encerrados, poca gente aprovechaba sus salidas para acudir a estos espacios, cada vez más pensados para los vivos que para los muertos, destaca Mónica García.