La pierna le dolía, pero le decían que sería un tirón muscular. Pero se equivocaban. Se convirtió en uno de los 25/30 niños y adolescentes a los que se les diagnostica de media al año un cáncer en Asturias. Empezaron los tratamientos y las estancias en el hospital. "Solo" fueron unos meses, que se hicieron eternos. En su caso encontró el apoyo en su familia, en sus amigos, en la novia con la que estaba empezando, más que en el hospital. En la planta de tratamiento del cáncer infantil y adolescente era "el abuelo", y eso que tenía 16 años.
David recuerda que cuando le dieron el diagnóstico ni siquiera sabía lo que era. Destaca el trabajo de todos los profesionales que trabajan con niños y jóvenes, acompañando al paciente y dándole una información adaptada a quien la recibe. Él ahora forma parte del Grupo de Supervivientes de la Asociación Galbán. Ayuda a otros que, como él, están pasando por una enfermedad de este tipo. Cuando hace falta les dice lo que él vivió. Cuando se ve todo muy negro a veces solo es necesario que una voz autorizada te diga que aguantes, que todo saldrá bien. Eso que decía él a algunos amigos "con poco tacto" que le preguntaban si tenía cura lo que le pasaba.
Hace casi una década que David pasó por todo aquello. Durante esos momentos se dio cuenta que cosas sencillas a las que no damos importancia, como dar un paseo por el muro o estar un rato con los amigos, se convertían en un sueño. Y ahora, con pensar en lo que pasó le basta para no convertir tonterías en un problema o cabrearse por nada. El miedo le sigue acompañando y puede que lo haga siempre, pero personas como él darán siempre una lección de vida.
Pasado el tiempo David tiene una vida normal. Con sus revisiones y pruebas, pero bien. No siente que nadie le trate diferente, pero lamenta que la Administración sea a veces quien pone trabas. A sus 25 años ha tenido que renovar el carnet de conducir tres veces. Defiende el "derecho al olvido". No tiene problema en contar que tuvo una enfermedad, en Tapia, donde veranea, muchos saben quién es (y que hubo un tiempo en el que solo podía jugar a la petanca) pero cree injusto que le pongan problemas para seguir con su vida.
Él más que nadie sabe la importancia del trabajo que desarrolla la Asociación Galbán. Pide apoyo para iniciativas como la que pretende hacer un seguimiento a los niños que hayan pasado un cáncer. Y colaborar como socio, o con iniciativas como las carreras solidarias.