Zaragoza incrementa su leyenda. Si La Romareda ya era un estadio de infausto recuerdo para el sportinguismo (sólo se ganó allí tres veces en toda la Historia y jamás en Segunda División), desde ayer lo será aún más. Derrota con goleada, errores de bulto, actuación sibilina del árbitro en la primera parte y lo que puede ser más grave de todo: lesión peligrosa de Rubén Yáñez en su rodilla.
El Sporting no empezó mal, con presencia en área rival, pero la propuesta le duró sólo un cuarto de hora. Ais Reig, árbitro casero donde los haya (salvo en El Molinón) y con el que el Sporting jamás ha ganado un partido, se encargó de mermar la moral de la parroquia rojiblanca con su doble vara de medir las faltas: las del Zaragoza no tenían mayor castigo, las del Sporting se saldaban con amarilla. Si la de Cote es justa (que quizás lo sea), Mollejo tendría que haber sido expulsado ante de su cabezazo que dio origen al 1-0. Cali hizo el resto. Para la Historia quedará ya la que vio Rivera, por correr sin quitarse antes el brazo que impacta en un opositor: una amarilla para recordar toda la vida.
El segundo tiempo sólo tuvo el disparo de Cote al larguero. Pudo ser el empate, pero Badía lo evitó y a partir de ahí llegaron los errores groseros en defensa que costaron una derrota cruel y una peligrosa lesión del mejor jugador del equipo en l que va de Liga: Rubén Yáñez.
Al margen de errores arbitrales, el Sporting es actualmente un equipo en caída libre. Ramírez no parece tener un plan B pese a su amplia plantilla y el equipo abandona los puestos de play-off en vísperas del derbi. Una victoria en 8 partidos dejan los ánimos de la hinchada rojiblanca por los suelos, pero si de alguna forma se pueden levantar de forma rápida es ganando al eterno rival el sábado.
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