Los disfraces son muy habituales en las redes sociales, donde solo vemos vidas perfectas, o, en el lado contrario, una victimización constante. Ambos casos demuestran las máscaras con las que tratamos de ocultar la realidad de nuestras emociones. Es un mecanismo de defensa para muchas personas. Sobre todo hombres, que tienen un problema mayor para expresar libremente sus emociones.
La salud mental necesita que sepamos expresar nuestras emociones porque si llevamos un disfraz de felicidad constante (o agonía constante) será un obstáculo cuando tengamos que abrirnos. Y en algún momento todos tendremos que hacerlo. Y si nuestra máscara se convierte en un muro inexpugnable al final nos quedaremos solos y la depresión estará llamando a nuestra puerta. Nunca es tarde para cambiar, pedir ayuda y comprobar los beneficios que tiene abrirnos y dejar caer la máscara. Si tenemos que llorar, lloremos. Si queremos reír, riamos. Isabel Menéndez Benavente recomienda dejar de pensar en la imagen que tienen de nosotros los demás, el qué pensarán, y centrarnos exclusivamente en la imagen que tiene de nosotros nuestros seres queridos.