Héctor confía en las personas. Confía en que acabemos viendo que arrimando el hombro, colaborando y trabajando juntos, se pueden cambiar las cosas. Un buen ejemplo es la zona oeste en la que trabaja Mar de Niebla, aunque son un eslabón de algo mucho más grande. El barrio decidió hacer y no esperar. Y ahí están los frutos. Mar de Niebla, destaca Héctor, seguirá sin él, haciendo y cambiando las cosas.
La filología hispánica que estudio no le ha guiado en su desarrollo profesional. Su forma de entender la vida le ha llevado a implicarse en muchos movimientos, colaborar en diferentes redes, y tratar de ayudar a los demás. Y darles la oportunidad de cambiar y mejorar. Esa labor fue reconocida en 2015 con el Premio Princesa de Girona.
Se va satisfecho. Su trabajo ha sido gratificante, dice, y le han dejado claro que deja tras de sí un "mar de luz". No sabe aún lo que le deparará el futuro, pero quiso hacer una transición tranquila en Mar de Niebla. Decidió hace un año su marcha, aunque se anunció el pasado mes de septiembre. El viernes, cuando su salida sea efectiva, "será el día más feliz". Porque sabe que seguirán sin él, que lo que se creó "entre 5 o 6 chavales que fueron a hacer chapucillas a un local" seguirá.
A las administraciones les recomienda mirar menos a las estadísticas y las frías cifras. En Mar de Niebla han comprobado sobre el terreno que hay muchas maneras de ayudar si se genera el "entorno de protección" adecuado.