CONCEJAL DE IU

Javier Suárez Llana, el político que sin dar voces ha llegado lejos

Javier Suárez Llana lleva muchos años relacionado con la política. Le viene de cuna. Pero se convirtió en candidato de Izquierda Unida de las pasadas elecciones casi sin esperarlo. Su carrera está llena de oportunidades no planificadas. Protagoniza un rejuvenecimiento del partido. Y eso se paga. Su afición por los viajes o la lectura han quedado relegadas temporalmente.

Guillermo Figueroa

Gijón |

No es la primera vez que lo comparan con Ana Obregón. Porque es biólogo pero nunca ha ejercido. Nos explica que eligió esa carrera fundamentalmente por una buena profesora que tuvo. Aunque otra, su tutora, ya tenía claro que Javier acabaría en la política. Ella ya lo sabía incluso antes que él. Ahora estudia Ciencia Políticas, más que nada por curiosidad y porque le gusta aprender. Es una persona en formación continua.

También es una persona muy nerviosa. Aunque no lo demuestre. La tranquilidad que aparenta es todo mentira (jeje). Huye de la mala educación y las faltas de respeto y por eso no le sale levantar el tono. Cree posible ser contundente sin traspasar ciertas líneas y entendiendo que la política no debe traspasar a lo personal. Y sabe de lo que habla. Porque en el debate de investidura sintió, por primera vez, que era necesario dar un paso al frente y hablar de su condición sexual. Porque se sintió atacado y quería defender que se puede querer a alguien de tu mismo sexo. Nos cuenta que fue una decisión muy meditada.

Era fácil prever que acabaría en IU. El testigo de la boda de sus padres fue Gaspar Llamazares. Su primera manifestación documentada la vivió con dos años. Fue presidente de la Asociación Juvenil de Estudiantes Progresistas. De ahí a la presidencia del Conseyu de la Mocedá. Durante el mandato anterior ejercía como asesor en el grupo municipal. Y en cierto modo lo sigue haciendo. Lo que ha cambiado es la falta de tiempo y la exposición pública. Es uno de los políticos que se lo toma como un "24/7" que quita el tiempo a lo personal para atender la política. A eso se añade que le cuesta decir que no. Es cuestión de vocación.