La investigación centrada en el suicidio ha sido tradicionalmente marginada. Tras la pandemia se rompió el tabú, pero aún es necesario trabajar mucho más. Las principales conclusiones del estudio forman parte del proyecto The Suicide Prevention and Intervention Study (SURVIVE), que lideran investigadores del Área de Psiquiatría de la universidad asturiana y en el que han participado nueve hospitales universitarios españoles. Los investigadores han determinado que la intervención temprana ante síntomas depresivos es un factor clave en la prevención de la conducta suicida.
La investigadora Teresa Bobes nos ha explicado en nuestro QUÉ SE CUECE en el mundo universitario que además de la depresión es importante actuar ante la "desesperanza" y la salud física. Cuando una persona siente que está peor o enfermo está más predispuesto al suicidio y a perder las ganas de vivir. En este sentido el contexto también es muy importante. Frenar la alta tasa de suicidio es una responsabilidad de la sociedad y debe abordarse desde un punto de vista multidisciplinar. Y se necesita de una vez un plan nacional de prevención con medidas a largo plazo.
Actuar una vez que una persona ya ha intentado suicidarse supone llegar tarde. Pero de no haber llegado antes, hay que tener especial cuidado a los momentos posteriores a ese intento. Los siguientes 4-6 meses posteriores son especialmente críticos porque es más sencillo que se intente de nuevo. Del mismo modo, hay que estar pendiente en ese margen temporal tras recibir el alta hospitalaria por depresión.
En cuanto a las edades hay diferencias. Las personas mayores están más predispuestas. Pero los jóvenes no se quedan atrás. La ausencia de "modelos sanos" de comunicación y convivencia les hace vivir un momento especialmente vulnerable. Los jóvenes de hoy "son huérfanos con padres vivos", lamenta Teresa. Advierte de la necesidad de cambiar esto. Respecto a sexos, hombres y mujeres son muy diferentes. Las mujeres suelen pedir ayuda y protagonizan un mayor intento de tentativas de suicidio, mientras que los hombres suelen ser más herméticos y no fallan cuando deciden quitarse la vida. Muchas de las personas que se suicidan (130 el año pasado en Asturias) no lo harían si fuesen conscientes del daño que dejan en su entorno.
El estudio sugiere, entre otras cosas, para actuar ante el problema una mejora de la atención y el seguimiento de los pacientes después de un intento de suicidio podría reducir significativamente la incidencia de suicidios posteriores. Además, identificar y tratar el estado de ánimo deprimido y los problemas de salud general en las fases tempranas puede prevenir la escalada de la ideación suicida.