Otro buen inicio de temporada en El Molinón (tal como sucedió el año pasado ante el Andorra) sirvió para que el sportinguismo volviera a ilusionarse con el equipo tras un verano preocupante y un mal debut en Valladolid. El equipo de Ramírez salió dispuesto a resolver el partido por la vía rápida, pero Luis López negó el gol en los primeros minutos a Otero (remate a bocajarro a los 40 segundos), Djurdjevic (mano a mano) y Gaspar (derechazo desde fuera del área). Curiosamente fue ése el orden de los golazos rojiblancos.
El colombiano firmó el primero en un lanzamiento de falta que debió de ser penalti (Barbu agarra a Djuka, pero la situación de mantiene varios segundos dentro del área y Lax Franco saca a la infracción fuera). Otero le pegó con el alma y superó la barrera para abrir la lata. Pocos minutos después asistió de cabeza a su compañero de delantera para que el montenegrino controlara con el muslo y sin dejarla botar largara una vaselina perfecta para locura de la hinchada. El tercero nació de una galopada de Pascanu (debutante como lateral), con dejada de tacón para que Gaspar quitara las telarañas de la portería burgalesa. Tres goles para recordar en apenas 10 minutos, lo nunca visto a la vera del Piles.
La primera parte fue la mejor desde la llegada de Ramírez, y dio paso a una segunda en la que el Sporting quiso que pasaran pocas cosas, y las que pasaron las resolvió con acierto Yáñez demostrando que es un portero de plenas garantías.
Tarde perfecta, con Alejandro Irarragorri de nuevo como talismán en el palco, y muy buena entrada: 18.400 espectadores.